Diversidad sexual y realidad eclesial
¿Quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón,
tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
No será tan fácil, ya sé qué pasa,
no será tan simple como pensaba,
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada del amor.
Aunque es probable que estos versos del cantante argentino Fito Páez no estén grabados en la memoria de muchos de los asistentes a la última sesión del ciclo de conferencias “Claves para acercarnos, conocer y comprender la realidad de la diversidad sexual”, he querido abrir con ellos este resumen pues siento que recogen los sentimientos de quienes participamos en la Mesa Redonda sobre “Diversidad sexual y realidad eclesial”. No es fácil la tarea de normalizar, tanto en la sociedad como en la Iglesia, la presencia de la diversidad sexual, pero, cuando se ofrece el corazón se abre una enorme puerta para la esperanza de tal manera que podemos decir: “¿quién dijo que todo está perdido?”
Después de los cimientos puestos por Carlos Domínguez y Luis Mariano González con sendas conferencias sobre las raíces antropológicas y sociopolíticas de la diversidad sexual, abrimos el espacio para ahondar sobre este acuciante tema en los entornos eclesiales a través de los testimonios de María Teresa Sosa, Jorge Fernández y Eduardo García.
No todo son sombras… Hay luces que iluminan el camino
- En el mensaje del Papa Francisco hay razones para esperar. Tanto sus palabras como el tono con el que las pronuncia están teñidas de misericordia y condescendencia hacia las personas LGTBI. Aunque falta mucho por hacer, se puede decir “¡nunca mejor que ahora!”.
- La creación de “espacios amables” en el seno de la Iglesia abre ventanas para vivir la diversidad con libertad y sin temor. Estos espacios amables, además, permiten que las personas LGTBI vivan su fe de manera visible o invisible.
- Hay grupos o comunidades LGTBI que, aunque no encuentren cerca espacios amables, han hecho la opción de vivir su fe y su realidad sexual como una sola cosa, sin tener que ocultar su realidad.
- Mirando hacia el futuro se subraya que las nuevas generaciones no tienen el estigma de los señalamientos a las personas LGTBI. En estas generaciones la normalización se asoma ya en el horizonte.
Pero no todo son luces… hay sombras largas en el camino
- Aún hay sectores de la Iglesia que no acogen a las personas LGTBI si éstas no cumplen estrictamente las normas del Catecismo. La exclusión en los espacios de participación en la Iglesia los ha alejado de la Comunidad.
- A nivel institucional hay poca voluntad de diálogo con los colectivos LGTBI. Los párrocos, que por su cercanía con la comunidad conocen más la realidad de las personas LGTBI, podrían ser más proactivos en la búsqueda de canales de diálogo con las instancias altas de la jerarquía.
- “Esta persona LGTBI es mi hijo, mi hermano, mi alumno, mi cliente, mi vecino… ¿por qué los laicos no se pronuncian para que sean acogidos en la Iglesia?”
- Entre el colectivo LGTBI los creyentes son “raros”. Falta coordinación y es necesario evitar los trazos de homofobia que hay en su interior.
- La sexualidad no es tratada con normalidad en la Iglesia generando miedo y dolor.
- “Somos parte de la sombra cuando vivimos como gais en un ámbito y en otro no”. Esta bipolaridad no es buena.
- El temor hace que las personas LGTBI se sientan amedrantadas a la hora de dar un paso al frente en la Iglesia.
¿Qué se puede mejorar?... sugerencias con atrevimiento desde el amor
- Si se pudieran revisar algunos artículos del Catecismo respecto al tratamiento de la diversidad sexual en la Iglesia sería un avance sustantivo. “La Iglesia debe entender que somos parte de ella” y “tenemos muchos dones para aportar”.
- Tratar de una manera más positiva los aspectos relacionados con la afectividad y la sexualidad.
- Insistir en la necesidad del diálogo, aunque en un primer momento no haya cambios.
- Propiciar la creación de espacios amables para personas LGTBI que ayuden a generar la normalización. Ofrecer el acompañamiento personal y grupal. Para las personas mayores, que han vivido con más traumatismo su diversidad sexual, es importante abrir espacios de reconciliación.
- Invitar a la jerarquía a una reflexión sobre la coherencia respecto a la sexualidad.
- Pasar del miedo al amor.
La sesión, en la que se respiró la esperanza, el respeto y el amor, terminó con el testimonio de una participante que, después de alejarse un tiempo de la Iglesia, ha vuelto a su casa y, con una libertad interior que nos emocionó, nos habló de su familia, de sus hijos, de su esposa y de lo feliz y libre que la hace reconocerse lesbiana. En sus palabras no se asomó ni la rabia ni el rencor, solo la esperanza de saber que un nuevo día está amaneciendo.