Publicado: Martes, 28 Febrero 2023

La comunidad del Centro Loyola de Vigo “peregrinó” a Manresa y Barcelona tras los pasos de San Ignacio

“Nadie llega a Manresa sin sentirse antes en peregrinación…”.

A inicio de febrero, un grupo de dieciséis integrantes de la comunidad de adultos del Centro Loyola de Vigo disfrutamos de una experiencia de retiro-convivencia en Manresa y Barcelona, siguiendo los pasos de San Ignacio de Loyola. Desde la espiritualidad ignaciana, almíbar de este grupo de mujeres y hombres creyentes, pertenecientes al laicado en su mayoría, pero que compartimos la fe también con alguna religiosa, quisimos conocer en comunidad algunos de los lugares ignacianos clave en la trayectoria de Ignacio, todavía con el eco del pasado “Ignatius 500”, quinto centenario de su conversión.

Uno de los momentos especiales de este encuentro lo constituyó la celebración de una misa -pausada, compartida, sinodal- en la Cueva de San Ignacio, corazón del propio santuario. Con la suerte de contar con Javier Meloni sj presidiendo la eucaristía, lo que allí sentimos, desde el inicio de la celebración con la frase que da título a este artículo, es muy difícil que sea expresado por palabras y compartido en estas líneas. Pero sí me atrevo a decir que el agradecimiento por tanto bien recibido nos sobrecogió, el sentirse en manos de Dios que nos invita a “en todo amar y servir”, el ser conscientes de que somos pueblo de Dios en un momento histórico para la Iglesia, inmersa en este sínodo de la sinodalidad, personas llamadas y enviadas a construir juntas un mundo y una Iglesia mejor… recogen algunas de las expresiones que resonaron en las centenarias rocas de la cueva, que durante once meses escuchó la oración y los desvelos de San Ignacio. Emocionante el canto del “Tomad, Señor, y recibid” en la Coveta, por la sonoridad del entorno rocoso, la sintonía con las que nuestras voces se afinaron acompañadas de la guitarra y el Espíritu que nos inspiraba.

Todavía tuvimos tiempo para acercarnos al nuevo oratorio que permite la contemplación de la montaña de Montserrat, orando “como lo haría en su día el de Loyola”, referencia ignaciana inolvidable. Se dice que "más que la montaña de Montserrat, San Ignacio se gira hacia la Virgen de Montserrat que le va dictando el libro de los Ejercicios". En efecto, Manresa no se entiende sin este paisaje a la orilla del Cardoner y el influjo de la Moreneta.

Nuestra convivencia culminó el domingo por la mañana visitando, junto a la catedral, la “Ignatius experience”, una exposición interactiva, que pretende evocar una experiencia personal en quienes se acercan. Así lo hicimos en comunidad los dieciséis, dejando margen, tiempo y silencio para que cada persona viviese esta propuesta con paz. La “Ignatius experience, el poder transformador de una herida” es una iniciativa en conmemoración del paso de San Ignacio por Cataluña. La invitación que se hace es que el visitante camine solo por las salas, en silencio, contemplando las imágenes y obras de arte expuestas, oyendo la audioguía y orando a través de las preguntas que se sugieren en cada espacio. A lo largo de cerca de una hora, simplemente se te pide un requisito: “Déjate llevar”.  Y en manos de Dios, como el peregrino, sabiendo de quién nos hemos fiado, la experiencia te va abriendo a la vida de Íñigo de Loyola, a sus dudas y heridas… Pamplona, Loyola, Manresa, Montserrat, Jerusalén, Barcelona, Alcalá, Salamanca, París, Roma… También se recrea el nacimiento de la Compañía de Jesús, la formación de los jesuitas, las cuatro semanas de los Ejercicios, las claves de la Espiritualidad Ignaciana… Todo ello dejándote llevar por las pautas que conectan la guía de la exposición con la propia vida de quien la visita, “pasando del silencio incómodo al silencio liberador, descubriendo que Dios está en todas las cosas y todas las cosas en Dios…”.

La última sala de la “Ignatius experience”, la sala de la luz, en lo más alto del museo diocesano, permite contemplar el mundo -como se sugiere en los Ejercicios Espirituales- a través de la plaza situada a los pies de la catedral y, allí, se plantea al visitante que trate de elegir un verbo y expresar por escrito en un pequeño papel cómo quiere vivir su fe y llevar a su vida diaria el seguimiento de Jesús en este mundo. En una impresionante pila bautismal con forma de concha, estos papeles son depositados a modo de ofrenda y, también allí, culminamos las personas de la Comunidad de adultos el recorrido orando y cantando juntos “Cosas de locos”.

En fin, que quienes compartimos esta experiencia espiritual profunda, vivida en comunidad, no podemos más que dar gracias a Dios “por tanto bien recibido” y decir sí a su llamada en estos tiempos en los que la Iglesia nos llama y necesita para, como decía el profeta Miqueas, “luchar por la justicia, amar con ternura y caminar humildemente de la mano de Dios”. AMDG

(Artículo escrito por David Viso Carrera, miembro de la Comunidad de adultos del Centro Loyola de Vigo)

 

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