Publicado: Miércoles, 05 Diciembre 2018

Los rostros del voluntariado internacional de la Compañía de Jesús

En el marco de la festividad de San Francisco Javier y el Día internacional de voluntariado (3 y 5 de diciembre respectivamente), la Oficina Magis y Entreculturas presentaron en Madrid el pasado martes, las experiencias de Voluntariado Internacional de la Compañía de Jesús. Lo hicieron a través de cuatro testimonios personales de voluntarios y acompañantes de estas experiencias.

En palabras de Alvaro Galera, de la oficina Pastoral MAGIS, el voluntariado internacional de la Compañía es “una sola propuesta ignaciana pero con diferentes expresiones”. Y lo que busca es “la transformación de personas y muy en el horizonte que se comprometan a construir Reino y a hacer un mundo más justo y fraterno”. Estas experiencias han de revolucionar internamente a quienes las viven para comprometerse con ese mundo que sangra y llora. Por eso deben estar cargadas de “hondura” y de “horizonte”. Hondura porque deben superar la barrera del selfie, del “volunturismo”… y horizonte en el mismo sentido de transformación de personas. Es decir, en palabras de Galera, “después de vivir una experiencia fundante” como esta, la persona tiene que ver “de qué manera continuar camino ya con el corazón transformado”.

Este voluntariado internacional es una misma propuesta pero con diferentes actores, expresiones y públicos. Programas de corta duración como la Experiencia Sur de Entreculturas y las Experiencias Sentido Sur de MAG+S, Alboan y Entreculturas, que incluyen a otras congregaciones de espiritualidad ignaciana. Programas de corta y media duración como las que ofrecen los servicios solidarios de las Universidades Jesuitas (Aristos Campus Mundus) y el programa VOLPA, de larga duración y promovido por Alboan y Entreculturas.

A los jóvenes que van a pasar por estas experiencias se les pide un recorrido previo, como el haber tenido algún compromiso social en España o voluntariado, y un cierto camino espiritual y comunitario, aparte de disponibilidad y seriedad. A todos se ofrece también formación previa y una propuesta para acompañar los procesos de vuelta.

En el marco de la presentación, Ana Vázquez, vinculó la vida de Francisco Javier con el voluntariado internacional, del que forma parte como equipo ¿Qué nos enseña este santo jesuita aplicado al voluntariado? Respondió desde cuatro claves: Francisco Javier nos desafía a fomentar las competencias interculturales; a la horizontalidad en sus relaciones de amistad con las personas con las que fue encontrándose en su vida; a la transformación personal y grupal y a dar el salto a tierras lejanas… “A veces necesitamos salir de nuestra tierra para ciertas transformaciones personales”, concluyó Ana Vázquez.

Especialmente valioso fue el momento de los testimonios. La joven Cristina Caravello fue VOLPA a sus 25 años en Upendo (Kenia), en un proyecto de escolarización de niños huérfanos, en una favela de Nairobi.  Explicó alguna de sus motivaciones para ser VOLPA: “Me sentía interpelada por poner al servicio de los demás todo lo que había recibido de forma gratuita, al servicio de otras personas que tuvieran oportunidades, en ese seguir a Jesús donde los más necesitados”. Y resaltó la importancia de la formación previa que recibió, incluido el proceso de autoconocimiento para esclarecer sus motivaciones profundas.

David Alonso, trabajador de Entreculturas que fue Volpa hace dos décadas, marchó este verano, con sus casi 50 años, de la mano del SJR-SJM México, a un albergue de Chiapas para migrantes que recalan en su camino hacia Estados Unidos. “Yo quería estar con gente sencilla de manera sencilla”, y así lo hizo y contó su experiencia trayendo a la memoria los relatos de migrantes como Valentina, mujer salvadoreña que dejaba dos hijos en su país con una fuerza tan grande que seguro que el muro de Trum no la iba detener: Byron, un homosexual, que a todas las dificultades tenía que añadir obstáculos por su condición sexual; Vanesa, una guatemalteca que tomaba una pastilla para no embarazarse en el camino o Stefany, una niña de siete años que había pedido asilo en México porque su padre la maltrataba. Y desde esa experiencia compartió su sentir de estar “trabajando la compasión, sintiendo el dolor ajeno”, con la firme convicción de que “la compasión mueve el mundo”.

Carlos Maza sj y Mari Carmen Jimenez FI (hija de Jesús) acercaron algunas claves para los acompañantes de las experiencias grupales Sentido Sur. Mari Carmen salió de su cotidianidad de profesora de religión en un colegio de las hermanas en Madrid para acompañar a 7 jóvenes de entre 23 y 34 años (junto al laico José Jodar) en un colegio de Fe y Alegría de las jesuitinas que dista hora de Cochabamba (Bolivia). Resaltó su papel como acompañantes, que significaba “acompañar al grupo en todas sus emociones, sentimientos que va aconteciendo”. Y guiar la oración de la mañana, los círculos magis vespertinos, el examen…

Por su parte, el jesuita Carlos Maza que acompañó la Experiencia en Chad de cinco jóvenes de entre 21 y 26 años en distintos centros de la Iglesia, resaltó que es clave el que “en los límites de los jóvenes voluntarios está la perla de la experiencia, ahí está el crecimiento y la oportunidad de traer de vuelta una mirada nueva.” Destacó también la importancia previa de que el joven pueda elaborar un relato del deseo que le ha llevado a querer hacer esa experiencia, y por último calentar un poco el corazón conociendo más en profundidad la tarea que se va a realizar y el contexto del lugar.

Fue una noche para compartir, sentir, conocer, agradecer y celebrar. El voluntariado ignaciano es una propuesta para transformar vidas que a su vez transformen a otras y cambien estructuras injustas. Y eso, que a veces parece demasiado pretencioso decirlo, es lo que quedó plasmado en cada testimonio. 

Más información en: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

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