Publicado: Martes, 23 Abril 2019

Semana Santa en el centro internacional de espiritualidad de Manresa

Dos actividades han marcado el tono de estos días santos en el centro internacional de espiritualidad Cueva San Ignacio de Manresa. Por un lado, el curso de discernimiento comunitario organizado por la Escuela de Espiritualidad Ignaciana (EIDES). Y, a continuación, el receso alrededor del Triduo Pascual.

El curso de discernimiento en el que han participado 25 personas ha puesto manos a la obra a una necesidad tan compartida como compleja de llevar a cabo. San Ignacio y los primeros compañeros supieron encontrar la manera y la disposición de poder preguntarse juntos "¿qué quiere Dios de nosotros?". Cinco siglos más tarde, sentimos la necesidad de crear las condiciones para que esto sea posible, pero nos damos cuenta de la delicadeza, la fragilidad y la imprescindible escucha que ello supone.

La procedencia de los participantes ha sido bien diversa: China, Argentina, Perú, Venezuela y del resto del Estado Español. Enseguida reconocimos nuestra mutua estima y nuestra compartida deuda con la espiritualidad ignaciana. De modo que fue sencillo conectar, escuchar y poner en práctica los fundamentos del discernimiento comunitario. Francesc Riera sj, Anna Pitarch y el resto de los profesores de EIDES propiciaron el curso que comenzaba el viernes antes de Ramos y concluía el miércoles santo.

Seguidamente empezó el receso del Triduo Pascual, en el que participaron unas sesenta personas. Esta vez Carlos Marcet sj y David Guindulain sj fueron los encargados de pilotar el ritmo con las diferentes celebraciones, actividades y momentos de oración.

En el grupo se encontraron habituales que repiten cada año, pero también hasta un tercio de los participantes que llegaban a pasar la Semana Santa en la Cueva por primera vez este año.

El clima de silencio ayudó a la profundización en el itinerario personal. A la vez, favoreció una comunión que estalló en la Vigilia Pascual y en la ceremonia de envío el domingo por la mañana. La experiencia central de la muerte y resurrección de Cristo es favorecida por un clima comunitario en el que gran parte del grupo participa de forma activa en las diversas celebraciones y actos litúrgicos. Esta complicidad acompañada es la clave para comprender las buenas sensaciones con que los participantes volvían domingo a sus Galileas.

 

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