Publicado: Domingo, 08 Septiembre 2019

Encuentro en Loyola

Desde el jueves 5 de septiembre, hasta la noche del sábado 7, en Loyola, ha tenido lugar un interesante encuentro de jesuitas para reflexionar juntos sobre la pastoral vocacional. La convocatoria a esta reunión ha sido intersectorial. Compañeros de diferentes sectores se unieron a bastantes de los que trabajan actualmente en la pastoral con jóvenes, hasta un total de 40 jesuitas. El objetivo era compartir intuiciones, preocupación y escucharnos para tratar de ver qué podemos y debemos hacer para acompañar procesos vocacionales a la Compañía de Jesús.

La dinámica fue alternando momentos de reflexión, tiempo para grupos y diálogo en asamblea. Es difícil recoger el contenido y lo mucho hablado. A partir de una primera lluvia de ideas sobre puntos fuertes y débiles, el trabajo de los grupos se centró en cuatro cuestiones básicas:  1) ¿De qué modo lo ignaciano puede ser vocacionalmente significativo? 2) ¿Qué explicitación religiosa es necesaria y posible? 3) ¿Qué imagen de Cristo vivimos y transmitimos y 4) ¿Qué modo de vida jesuítica es vocacionalmente significativo y posible? Las puestas en común de cada uno de estos temas fueron ocasión para interesantes e intensos diálogos a lo largo de los dos días.

Un segundo bloque de cuestiones las planteó Gabino Uríbarri al invitar al grupo a reflexionar sobre la autenticidad vocacional propia, la necesidad de poner en juego una pedagogía ignaciana con todas sus posibilidades; la importancia de audacia y parresía (que podríamos traducir como libertad para hablar sin tapujos) para anunciar y evangelizar, y la importancia de una base antropológica para la vocación, en la que se vea que la vocación es una buena noticia.

Junto a la reflexión, tuvimos momentos de oración, personal y compartida. Para poner a Jesús en el centro. Además  en la noche del viernes en la basílica hicimos una vigilia de oración guiada por la comunidad del noviciado, que se acercó hasta Loyola para compartir varios momentos del encuentro. Las eucaristías del viernes y sábado, en la capilla de la conversión, nos ayudaron a poner esta vida personal y comunitaria en manos de Dios.

Es de agradecer la acogida y convivencia en las comidas con la comunidad de Loyola, que ha facilitado toda la infraestructura para que nos sintiéramos en casa.

Esta reunión no pretendía ser un «laboratorio» para dar con soluciones o recetas, sino un espacio de encuentro y de diálogo, que pueda ser parte de un diálogo mayor y sostenido en el tiempo, del que estamos llamados a participar en distintas comunidades.

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