Publicado: Viernes, 31 Marzo 2023

Mujeres ignacianas que embellecen la Iglesia

Quizá fuera la primera vez que se reunieran tantas mujeres ignacianas juntas. De ahí que se le calificara a esta cita de “acontecimiento” y “encuentro”, provocado por la coedición de un libro, cuyo trabajo “nos ha vinculado más y nos ha abierto horizontes, acrecentado nuestra identidad, despertando nuevos sueños, en las posibilidades del encuentro con otras, encarnando el carisma ignaciano como mujeres, en femenino”. Así comenzó Nurya Martínez Gayol ACI, la presentación del libro Mujeres Ignacianas. Escritos Esenciales (Grupo Comunicación Loyola y Comillas). Coeditado por Miyako Namikawa, RSCJ, José García de Castro y la propia Nuria, el libro se presentó en la casa madre de Madrid de las Religiosas de María Inmaculada el pasado jueves.

Es un libro sostenido por 20 congregaciones religiosas femeninas de espiritualidad ignaciana (de las 248 que han existido) y en la presentación se agradeció mucho el camino, el proceso, el resultado y el futuro, que seguramente deparará en colaboraciones abiertas a otros grupos de mujeres ignacianas.  

La cita tuvo momentos emotivos y profundos, entre otros, las dos contemplaciones al principio y al final, acompañadas de la música de Bert Daelemans SJ (piano) y Andrea Bonavita SJ (violín).

El jesuita José García de Castro puso el marco del libro, acercando primero a las mujeres que pasaron por la vida de Ignacio y en segundo lugar a las que una vez fallecido Ignacio y sus primeros compañeros, continuaron su legado de una forma más institucional. De entre las primeras citó muchas conocidas: su madre (María Saéz de Licona), su cuñada (Magdalena de Araoz) el grupo de mujeres de Manresa (Inés Pascual, Isabel Roser…), mujeres de Alcalá de Henares (Inés…) y 3 mujeres que pidieron ser jesuitas (la más famosa Juana de Austria). De entre las segundas citó a las comprendidas en el periodo previo a la Supresión (1773), como Mary Ward y tras la Restauración (1814) cuando surgirían un total de 209 congregaciones ignacianas femeninas, la última nacida en 1976.

Las congregaciones, explicó García de Castro, se reparten por todo la geografía y de entre las fundadoras, 13 de ellas han sido beatificadas o canonizadas como Magdalena Sofía Barat (Sagrado Corazón de Jesús) Juana de Lestonnac (Compañía de María), Vicenta María López Vicuña (Religiosas de María Inmaculada), Rafaela Porras Ayllón (Esclavas del Sagrado Corazón) Dolores Sopeña (Catequistas Sopeña), Genoveva Torres (Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Ángeles), Margarita López de Maturana (Mercedarias Misioneras de Berry), Mary Ward (IVUM), Cándida María (Hijas de Jesús), Bonifacia Rodríguez Castro (Siervas de San José). Nazaria Ignacia (Misioneras Cruzadas de la Iglesia).

Todas ellas, fueron mujeres rompedoras, a las que movía y empoderaba una fuerza que brotaba del espíritu. Y que a pesar de las dificultades y de las explícitas oposiciones fueron capaces de emerger y vivir su "conocimiento interno de Jesús" con gran profundidad espiritual, dejando una gran cantidad de escritos diferentes de gran valor: textos íntimos y personales (diarios, oraciones, memoriales…), textos normativos y jurídicos (reglas, normas y constituciones), así como en un sinfín de cartas y recomendaciones.

En este libro se recopila, por primera vez, una selección cuidada de estos escritos que explicitaron las coautoras Alejandra González Obregón, MCI y Begoña Peciña, RPM. Destacaron como desde un principio el proyecto entusiasmó a las 20 hermanas de las 20 congregaciones que han participado porque “nuestras fundadoras han sido invisibles durante demasiado tiempo” y porque “estábamos convencidas de la riqueza de estos textos”.

El libro, cuya creación y publicación ha llevado 5 años, y que se divide por núcleos temáticos, incluye retratos a carboncillo de cada una de las fundadoras (obra de María Isabel Alonso Valdés), así como una breve presentación de las mismas, su contexto histórico, biografía, bibliografía y escritos esenciales. Cuenta con un prólogo de Elías Royón SJ y epílogo de María Dolores Alexandre RSCJ. También recoge ricos apéndices como el elenco de institutos religiosos femeninos ligados a la Compañía de Jesús u oraciones propias de las fundadoras.

Las coautoras afirmaron que “la lectura nos ha enriquecido” y “como grupo de mujeres ignacianas valoramos el vínculo de orar juntas, de contrastar nuestras propias reflexiones, aclarar dudas, alentarnos en el trabajo” así como el privilegio y gozo de poder leer textos de otras fundadoras. Citaron varios de los valores de este volumen y anticiparon que traerá más frutos en el futuro, entre otros, un mayor conocimiento de otras congregaciones de esta misma espiritualidad.

Por último, el vicario episcopal para la Vida Consagrada de Madrid, Elías Royón SJ, habló de la gran riqueza que han supuesto estas mujeres en la Iglesia, cuya gran riqueza se puede comprender teniendo como clave la lectura de la Misión. “No se puede recordar a Ignacio sin asociarle al nuevo horizonte de vida religiosa apostólica que enriquece a la Iglesia” en donde la Misión y su disponibilidad para ella marcan una distinta modalidad de seguimiento.

Reconoció Royón que no fue siempre fácil acoger por la misma iglesia “este modo apostólico de las mujeres ignacianas, que aportaron la fuerza profética de sus propias personas, un tipo de evangelio de mujeres enviadas en Misión” con el mensaje de que Dios sigue amando a cada ser humano.  “Ellas han escuchado el clamor de las gentes, de las mil formas de destrucción … y han cuidado generosamente allí donde se encontraban en el límite de ser o no persona, de su dignidad de hijos de Dios”, han estado en situaciones para remediar y prevenir “mucho antes que la sociedad y dirigentes dieran una respuesta” y “no pretendieron reconocimiento alguno, sólo la llamada del maestro”. Destacó en especial esta presencia femenina, eficaz y creativa en favor de la dignidad de la mujeres de su época. Tanto bien realizado, pasa desapercibido en muchas ocasiones, también en la misma iglesia. “Necesitamos volver a ellas con estupor y veneración y nunca como un mero estudio histórico. Son nuestras raíces, los odres viejos” que en el cambio de época que estamos viviendo, no se contradicen con la renovación en fidelidad creativa.

Como retos a los que estas mujeres nos llaman señaló Royón el de la sinodalidad y los procesos de Misión compartida en los que están inmersos, junto a otros religiosos/as y laicos. Así como el discernimiento que estuvo tan presente en los procesos fundaciones de estas mujeres ignacianas.

En definitiva, este libro rememora a un grupo de mujeres que son un don para toda la Iglesia, y un ejemplo para todas las mujeres, por su coraje y valentía y dejarse llevar por el espíritu y abrir caminos en espacios vedados para las mujeres de su tiempo.

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