
Nos preguntamos: ¿cómo transmitir mejor la fe?
Al final de la mañana, los asistentes han trabajado por grupos. Primero recogiendo las impresiones de lo dicho en la exposición de las PAL sobre cómo se transmite la fe en ellas y cuáles son los puntos más y menos asentados de esa transmisión. El diálogo rico, en ese primer momento, se ha incrementado a partir de la siguiente dinámica que ha logrado poner un nuevo punto de humor al Encuentro.
Así, para ahondar en las dificultades que encontramos en la transmisión de la Fe, los líderes de los grupos han generado una dinámica de roles. Cada miembro del grupo ha recibido una identidad diferente a la suya y desde ella ha expuesto al resto las que consideraba eran las mayores dificultades para transmitir la fe. Así, un párroco real transformado en abuelo nos ha insistido en que son los padres quienes deben transmitir la fe; un profesor universitario se ha convertido en provincial y ha diagnosticado los problemas de la provincia; un jesuita director de un colegio se ha puesto la careta de padre de dos hijos de cuarto de la ESO insensibles hacia el hecho religioso y el provincial se ha transformado en una catequista un tanto desolada por sus escasos frutos con una catecúmena. Falsos teólogos, pastoralistas de jóvenes, voluntarios en obras sociales, profesionales en ambientes hostiles … han desfilado por las salas de Loyola. La dinámica se ha completado con el momento del “derecho a réplica”, en el que cada miembro del grupo, desde su identidad verdadera, ha podido decirle al impostor de la sala si las dificultades señaladas se correspondían con la realidad o no.
Toda esta cocina a fuego lento para elegir dos “condiciones de posibilidad” para transmitir la fe, dos presupuestos que la faciliten. Cada grupo las ha expuesto en común en un plenario vespertino muy encendido donde la llamada a actualizar el servicio de la fe se ha vivido como urgente y necesaria. Han sido muchas las aportaciones de los grupos, algunas de ellas en torno a ideas similares. Se ha repetido, por ejemplo, la necesidad de adaptarnos al cambio o la importancia de que las comunidades sean apasionadas y arraigadas. También se ha recalcado que la formación sigue siendo muy necesaria y que hay que invertir en una cierta profesionalización de los agentes de pastoral, incluyendo una mayor dedicación de recursos personales y económicos. Que la fe debe ser más narrativa y testimonial y que hay que transformar los lenguajes y métodos de esa transmisión ha sido también indicado por varios grupos. Y, por último, entre otras muchas aportaciones, se ha hablado de que esta llamada hay que vivirla de manera transversal, interconectando sectores, obras y fomentando el trabajo en red.
Tras la exposición del trabajo de grupos el diálogo posterior, con más de 15 intervenciones, ha traslucido que esta llamada interpela hoy tanto a jesuitas como a laicos y que por el momento sólo tenemos algunas luces sobre cómo responder.
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