Publicado: Martes, 28 Marzo 2017

Una gran ocasión para orar, meditar, visualizar, y poder parar unos instantes

El pasado fin de semana se celebró un año más la caminata desde el Santuario de Montserrat hasta la Cueva de San Ignacio en Manresa. Esta iniciativa cuenta ya con una larga tradición en Cataluña y cada año reúne a un buen grupo de personas que participan en ella. 

Se convoca siempre en torno a la fecha de aniversario de la llegada de San Ignacio a Manresa y se trata de recordar la experiencia que tuvo Ignacio en 1522, con una vigilia de oración ante la Virgen de Montserrat y, al día siguiente, una peregrinación hasta Manresa. 

La experiencia invita a los participantes a fijarse especialmente en tres aspectos que la definen: el camino como apertura a la novedad, el despojarse de lo externo y superficial como Ignacio al dejar sus armas de caballero, y el acercamiento a los demás, en el gesto de dar su vestimenta a un pobre. En definitiva, una invitación a renovarse. 

En esta ocasión, ni la fuerte lluvia caída el día previo impidió que la caminata pudiera celebrarse. Una de las participantes nos ha contado su experiencia. Compartimos su relato. 

"El agua sigue cayendo con bastante intensidad a la llegada a Montserrat, lo que nos hace dudar de la caminata del día siguiente. Después de cenar nos dirigimos a la Vigilia Ignaciana, un resort de gran paz dentro de la Basílica de la Virgen de Montserrat. Aquella noche sólo está abierta para nosotros, los Peregrinos. Una gran ocasión para orar, meditar, visualizar, y poder parar por unos instantes y pensar en las inquietudes que llevamos cada uno de nosotros. Doy gracias, por el tiempo que pude restar dentro del cálido refugio del camerino de la Virgen. Allí visualicé mis padres, que un día, muchos años atrás, se comprometieron en matrimonio, allí estaban los abuelos, los tíos y la familia sentados en el mismo recinto donde yo oraba. Toda una experiencia. 

El gran día llegó, no llovía y la gente animada empezamos una jornada que sería toda llena de aventuras. Hay que decir que Montserrat es una montaña que merece mucho respeto y más después de las lluvias caídas tan abundantes. Por lo tanto éramos conscientes de que había que vigilar y tener mucho cuidado, más que nunca.

La naturaleza estaba preciosa, matorrales de romero, tomillo, aliagas, todo florido y saltos de agua por donde pasábamos. Las rieras bajaban fuerza llenas, incluso con una de ellas nos tuvimos que descalzarnos. Fue la parte más divertida del camino.

La lluvia también hizo acto de presencia, una vez en el polígono de Bufalvent poco antes de la llegada a Manresa. A pesar de la humedad, el sudor, el dolor de pies, el cansancio en general, el espíritu del camino ignaciano es más vivo que nunca. Para la gran mayoría de seguidores, la vida, muchas veces, está llena de pruebas, obstáculos, obstáculos, destinos y situaciones nada fáciles de gestionar. Pero todos llevamos dentro del corazón este canto dulce, precioso y lleno se sentimiento que a menudo cantamos a lo largo del camino: En todo servir y amar, Señor, amarte a ti en todas las cosas, En todo servir y amar."

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