Misión, no conservación
El P. Arrupe en 1978 hablaba a los jesuitas británicos diciendo: “hoy día la llamada es a la misión, no a la conservación”. ¿En qué se concreta hoy para nosotros esa llamada? Misión en el mundo de la increencia o del olvido total de lo religioso, misión entre las personas con situaciones personales no ajustadas a los patrones católicos esperados, misión para hacer de la tecnología un modo de irradiar el Evangelio, misión en las personas que sufren injusticias, misión en la política donde se necesita honestidad y visión para el consenso ante el periodo que surja tras el 10-N, misión para acudir donde aparecen conflictos, disensiones, tensiones o divisiones como ocurre en Cataluña…
Lo anterior son algunas percepciones donde desearíamos tener más luz para el servicio que hacemos a Dios en la Iglesia y en la Compañía. Y no son las únicas. El Sínodo de la Amazonía ha abierto esperanzas hacia el modo de vivir el envío en un lugar tan castigado injustamente por la humanidad y tan vital para el desarrollo de la fe, con nuevas formas más ágiles, amplias y en conexión con la tradición dinámica de la Iglesia. Sin embargo, algunos se han manifestado contra ese Sínodo como “peligro” para su concepción cautelosa y recelosa de las respuestas adaptadas de la fe. El discernimiento sobre situaciones de pareja y personales con dolor y fracaso tampoco puede quedarse al margen de la luz del Espíritu. Nuestra pasión por la Buena Noticia podría salir más al foro público, para mostrar todos los dones que dicha noticia supone para la sociedad, junto con las limitaciones y heridas (recibidas o infligidas por la Iglesia) que nos acompañan irremediablemente. La sombra del paro, de bolsas de pobreza, de indiferencia o repulsa ante la inmigración y su papel en nuestra sociedad, también nos invitan a buscar más luz. Como se ve, son innumerables cuestiones en las que tenemos que preguntarnos si podríamos tratar de colaborar más y de crear más, yendo más allá de la conservación, a la misión.
Ahora cerca de las elecciones, parece que se diversifican cada vez más las opciones, lo que augura un desequilibrio evidente para formar gobierno estable y para corregir las desigualdades de ahora o del futuro próximo. Por último, en Cataluña se va agravando un camino hacia no sabemos dónde, con una porción social frente a otra, con crisis del diálogo político en la base y en la clase dirigente, y con ausencia de sentido profundo de lo que el estado democrático es y los modos para irlo mejorando y transformando.
Desde esta llamada a la misión, ojalá vivamos la verdad y los valores que predicamos. Quizás toda la verdad no nos la podemos apropiar. Tampoco los valores son exclusivos de los creyentes. Como seguía diciendo el P. Arrupe: “Esta proclamación no puede ser únicamente de palabra, sino que ha de hacerla (el jesuita) mediante el testimonio de una vida inspirada en Cristo, semejante a la de Cristo…” En camino de misión, podremos seguir adaptando y conciliando las preguntas que vienen del mundo, de nuestra sociedad y del sufrimiento humano. Esta senda se recorre llevados por Cristo, que todavía hoy puede acercarse a nosotros y ayudarnos a ahondar para que lo más profundo de nuestro ser acabe tocando la vida del mundo, como encargo y como labor.