Publicado: Lunes, 18 Julio 2022

Revista Manresa: La espiritualidad ignaciana, un camino de santidad

Estamos en un año especialmente significativo para la familia ignaciana. A los 500 años de la conversión de san Ignacio, se suman los 450 años de la canonización del propio Ignacio junto a san Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, san Felipe Neri y san Isidro Labrador. Celebramos también los 350 años de la canonización de san Francisco de Borja. Estas efemérides nos han llevado a reflexionar sobre la espiritualidad ignaciana como camino de santidad y a acercarnos a la vida y personalidad de estos santos para que puedan iluminar nuestro camino de hoy.

En la exhortación apostólica Gaudete et exultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, el papa Francisco afirma que la santidad no nos hace menos humanos porque es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la Gracia. Sin duda que descubrir esto es un camino, un proceso no siempre fácil. Al propio san Ignacio le costó descubrirlo y en su misma vida se ve cómo los santos pasan, de ser modelos asfixiantes a los que parecerse e incluso superar, a compañeros que ayudan a caminar humildemente. David Cabrera nos recuerda en su artículo cómo los santos fueron para Ignacio motor de cambios decisivos.

Nada más conocerse la muerte de san Ignacio, se decía por las calles de Roma: “ha muerto el santo”. Sin embargo tuvieron que pasar 66 años hasta su canonización. ¿Por qué? ¿Cómo fue aquel proceso? ¿Qué dificultades hubo? ¿Qué milagro se atribuyó a Ignacio? Wenceslao Soto, desde su habilidad como historiador, ha investigado en archivos y documentos para acercarnos a ese proceso.

El paralelismo entre la historia de Don Quijote de la Mancha y san Ignacio de Loyola ha sido objeto de estudio en numerosas ocasiones. De manera novedosa, Álvaro Lobo refresca en su artículo esta semejanza iluminando la comparación a la luz de la exhortación Gaudete et exultate.

Junto a san Ignacio, como decíamos, fue canonizado san Francisco Javier. Alfredo Verdoy, gran conocedor de sus cartas y escritos, reflexiona en su artículo sobre el influjo de los Ejercicios Espirituales en la vida y apostolado del misionero navarro. De su profunda experiencia de Ejercicios sacó siempre nueva luz y fuerza para sí y para las almas. A caballo entre la historia y la espiritualidad, Manuel Ruiz Jurado nos acerca en su artículo a la santidad de Francisco de Borja, centrada en la humildad y en los sufrimientos de Cristo en la cruz y de su madre.

Hablar de la santidad de Teresa de Jesús es hablar, sobre todo, de una historia de amistad en su relación con Dios. Así lo afirma Mariola Iglesias Díaz, quien recuerda que ese camino no fue fácil y supuso un enorme proceso de búsqueda intensa de libertad y radicalidad.

Se preguntan Virginia Cagigal y María Prieto si hay algo específico en el camino de la santidad para los laicos. Las autoras recuerdan que ser laico es una vocación, una opción personal discernida y elegida y señalan algunos aspectos especialmente interesantes que puede aportar la espiritualidad ignaciana.

En el apartado de Colaboraciones publicamos un breve texto escrito en 1966 del jesuita francés Michel de Certeau, con motivo de la fiesta de San Ignacio, y con el que nos queremos sumar sencillamente al centenario de su nacimiento.

El número continúa con las secciones fijas de la revista. En Ayudas para dar Ejercicios tenemos las habituales colaboraciones del Equipo Magis y del Grupo de Itinerarios de Sevilla. Y en Semblanzas nos acercamos a uno de los grandes conocedores y divulgadores de la espiritualidad ignaciana, el jesuita indio Parmananda Divarkar. Y concluye con las recensiones de libros de espiritualidad ignaciana publicados recientemente.

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