
Sal Terrae: La Devoción de los Santos
Sal Terrae dedica su número de marzo a la devoción a los santos, aquellos hombres y mujeres que, de forma sencilla, nos atraen, a los que admiramos por su profundidad humana y cristiana y a los que la Iglesia presenta como intercesores y modelos de vida que nos estimulan en nuestro propio camino de creyentes: “podemos decir que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios […] No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce” (Gaudete et Exsultate, 4).
Para ello contamos con los siguientes cuatro artículos. En primer lugar, Fernando Cordero Morales muestra cómo la devoción a los santos nos coloca ante la pregunta de si pertenecemos realmente a Dios como ellos y a actuar en consecuencia. Antropológicamente necesitamos figuras que nos inspiren. Sentirnos vinculados a través de la comunión de los santos a una historia milenaria de mujeres y hombres que lo han dado todo por el Evangelio, incluso la propia vida, nos estimula en nuestro seguimiento cotidiano de Cristo.
Luego, María Jesús Fernández Cordero parte de la convicción de que se requiere la sencillez para una verdadera devoción a los santos. Por eso se detiene en la necesidad de una mirada sencilla. Como la del niño que recibe el nombre de un santo, o la de las gentes que durante siglos vivieron al ritmo del santoral o se fijaron en los santos de su región o de su historia. lugares.
Abel Toraño Fernández, S.J. muestra cómo la devoción a los santos es un estímulo en el camino de conversión del creyente. En su frágil humanidad, el santo pone de relieve las virtudes a las que Dios nos invita para que tengamos una vida plena, hondamente humana y vivamos en amistad con Él. La intercesión de los santos nos muestra la imagen de un Reino de Dios que es comunión en la que unos cuidan de otros y saben presentar a Dios Padre las necesidades de los hermanos.
Javier de la Torre escribe sobre la cercanía de los santos, que son la encarnación del Evangelio y guías en nuestro camino en la vida cotidiana. En el artículo ofrece, con el ejemplo de santos concretos, las luces que nos animan en el trabajo y en el arte, en la alegría y el fracaso, en la paz y en las injusticias, en la enfermedad y en la atención a los pobres, en la familia y en la muerte.
Finalmente, dentro de la serie dedicada este año a películas con mensaje humano o religioso, María del Mar Graña Cid escribe sobre Francisco, juglar de Dios, de Roberto Rossellini. Partiendo de los relatos de las Florecillas y de otros textos, presenta un retrato de la fraternidad franciscana durante el inicio de su actividad apostólica, tras obtener licencia del papa Inocencio III. La espiritualidad del santo de Asís perfila un modelo antropológico, social y político con el que transformar la difícil situación posterior a la Segunda Guerra Mundial.