Semblanza del P. Ignasi Vila SJ

Más allá del tópico de sentirte pequeño a su lado por la altura física que tenía, pienso que no es exagerado decir que todas las personas que hemos tenido la suerte de convivir con él nos hemos sentido fascinados por su categoría humana y espiritual. Sale espontáneamente de nosotros testimoniar el impacto secreto que te produce una vida gastada a fuego lento a las grandes causas que te ofrece la vida. A Ignasi le ibas descubriendo poco a poco en el decurso de una vida, casi sin pretenderlo, simplemente “porque sí”, porque era y se manifestaba así. Como los buenos vinos, tenía una denominación de origen: la autenticidad.

1. El educador

El y quien os escribe hemos seguido caminos diferentes en la tarea educativa. Ignasi era desde siempre del Colegio de San Ignacio de Sarria, y yo, de la competencia: del Sagrado Corazón de Jesús de la calle Caspe. El, entregado a los adolescentes y jóvenes; yo, a los alumnos de Primaria. Y digo esto porque no es nada fácil atraer el interés y la admiración de unos alumnos que pasan por una etapa de la vida que ha de ser casi por necesidad biológica, compleja y rompedora, inestable y revolucionaria, idealista y realista. Nada que ver con la infancia y su capacidad estable e ilusionante. Pero Ignasi, en las diferentes ramas de su tarea educativa, causaba una admiración progresiva, una seguridad y una confianza que brotaban de una personalidad, hecha de respeto y convicción que le proporcionaban una gran autoridad moral. Él se creía lo que enseñaba. Familias y personal educativo del Colegio veían en él como una sombra blanca y acogedora que les acompañaba. Eso no se improvisa; se es así.

2. El historiador

Más de una vez he pensado en la gran frustración que en sus últimos tiempos sentiría y padecería al verse privado de la vista, sin poder leer y vivir su gran pasión de historiador, de investigador. Algo así como la sordera de Beethoven sin poder escuchar su música. Pero los músicos saben percibir sus melodías y armonías porque las escuchan internamente. Ignasi vivía su otra vocación (la historia) más allá de sus frustraciones. Seguía investigando, anotando, confirmando fechas, historias que luego te explicaba con entusiasmo, y una exactitud de memoria sencillamente asombrosa. Siempre buscando sus raíces como persona, como jesuita, como barcelonés, como catalán.

3. El compañero jesuita

Enamorado de los Ejercicios Espirituales y de Manresa, tocamos el techo de la grandeza de una persona que ha vivido su vocación con un indesmayable sentido de pertenencia a la Compañía de Jesús. En las reuniones comunitarias siempre mostraba el interés por el presente y el futuro de la Compañía, aun sabiendo que ya le estaban fallando sus fuerzas. Pero la vocación apostólica no se fija en el carnet de identidad; no tiene fecha de caducidad. Siempre he pensado que vivía su misión llena de profundidad espiritual; y su plegaria, de proyección misionera. Hace unos días, rezando aquel salmo: “Señor, enséñame a contar mis días para adquirir la sabiduría del corazón”, me acordé de Nani Vila. Sí, él vivía en lo más secreto de su espíritu, la empatía con el Espíritu de Dios presente en el mundo. Y eso lo hacía, grande, muy grande…

Francesc Roma sj 

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