Semblanza del H. Francisco Javier Benito Sanz SJ

Recuerdo películas y series americanas donde, al jubilarse, el protagonista recoge sus pertenencias de su lugar de trabajo. Una pequeña caja de cartón basta para cargar con los recuerdos de años. Esta imagen me brota al escribir la semblanza de Francisco Javier Benito Sanz. No fueron muchas más las pertenencias recogidas de su cuarto tras su fallecimiento, y creo que este detalle habla de cómo fue y vivió el H. Benito. Su cuarto y sus escasas pertenencias hablan de austeridad. Pocas cosas, algunas significativas, de lo que fue su vida.

Francisco Javier no escribió libros ni impartió conferencias. Su vida fue sencilla, como la de muchos jesuitas, aunque importante a los ojos del Señor. Nació en Villaverde de Íscar, Segovia, a las ocho horas del 6 de septiembre de 1930. Ingresó temprano en la Compañía de Jesús. España vivía una postguerra paupérrima. Las fotos conservadas por años aportan información de lo que valoró, recordó, y por eso conservó.

El H. Benito es recordado, por aquellos que convivieron con él, como hombre callado, siempre atento. Socarrón por momentos. Servicial, trabajador. La disponibilidad podría ser una característica que define su vida. Recorrió el noroeste de la península en sus diversos destinos: Orduña, Oña, Valladolid, Vitoria, Portugalete, Villagarcía de Campos, Valladolid, Miranda de Ebro, León y Salamanca. En Cristo Rey de Valladolid y en el Colegio de León permaneció los periodos más prolongados.

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