Publicado: Domingo, 02 Abril 2017

Ministro de la reconciliación y profeta

Ser ministro de la reconciliación (palabra síntesis del servicio hoy a la misio Dei, según la CG36) y profeta que procure gozo y esperanza, pero también sospecha para el orden establecido. Profeta reconocido por el pueblo como Monseñor Romero. Este fue el mandato que recibió el jesuita venezolano Jesús Rafael Rodríguez Villarroel (Txuo) el pasado sábado 1 de abril en la ceremonia de sus últimos votos.

En la parroquia San Francisco de Borja de Madrid los pronunció delante de su amigo y compañero venezolano, el P. Arturo Sosa, Padre General de la Compañía, quien había hecho escala en Madrid en su viaje de regreso de Perú a Roma. La invocación a Dios por la difícil situación que atraviesa el país de origen de este jesuita, así como la importancia de todos los hitos en el itinerario de  la formación en la Compañía de Jesús, planearon a lo largo de esta celebración sencilla y emotiva.

Sus compañeros de la ong Entreculturas, y su equipo de Matrimonios de Nazaret, del que él es consiliario, acompañaron a este religioso que reside en España desde hace tres años.

El P. Arturo Sosa, comenzó la homilía recordando el origen de la vocación de Txuo, más de veinte años atrás en Cumanacoa, población del Estado Sucre, al oriente de Venezuela, donde “escuchaste la llamada del Señor del Universo que examina las entrañas y el corazón”. Repasó algunos de los rostros que hicieron posible su camino como su madre y su padre, María del Valle y Celso y “todas aquellas personas que fraternalmente han acompañado tu vida” y que son “los rostros de los venezolanos que hoy sufren tantas penurias incomprensibles, cuya situación sigue clamando al cielo, como los israelitas sometidos a la esclavitud del Faraón o exiliados en Babilonia”.

Continuó después describiendo el largo camino de “probación ideado por Ignacio de Loyola para quienes aceptan ponerse bajo la bandera de la cruz, y servir al solo Señor y a la Iglesia, bajo el Romano Pontífice (…) Camino que lleva a una continua liberación interior que hace posible reconocer a Dios como el único absoluto en quien ponemos todos los días y todo el día la mirada primera y toda nuestra esperanza”. “Él nos regala la indiferencia ante todas las cosas creadas para poder elegir tanto cuanto sirva a su mayor gloria” - continúo el P. General- y “con esa disponibilidad a las mociones del Espíritu ponemos nuestra mirada segunda en esta Compañía que busca obedecerlo”. Y así, el voto de obediencia “hace que sea el discernimiento común de los Compañeros el que determine en adelante qué y dónde ofrecerás tu servicio a la fe y a la promoción de la justicia en diálogo con las culturas y todo tipo de diversidades”.

Al hilo de las lecturas (Ezequiel 37,12-14; Salmo 129, Romanos 8,8-11; y Juan 11,3-7.17.20-27.33b-45), explicó Arturo Sosa su visión de lo que es ser profeta e indicó a su compañero: “Lo vivido hasta ahora, Txuo, te ha preparado para vivir como peregrino, en camino, esperando que el Espíritu indique a dónde te diriges a ser profeta, seguramente signo de contradicción”; un profeta dispuesto a vivir según el Espíritu; caminando por el desierto, cercano a los pobres y aceptando el voto de pobreza como ocasión de romper todo apego que limite tú libertad, tu confianza en los hermanos y un estilo de vida en equilibrio con la creación.

En las peticiones, el P. General rogó por el P. William González, jesuita venezolano fallecido antes de cumplir los 50 años, que también estudió en España como Txuo.

Antes de concluir la ceremonia, Txuo tuvo unas sentidas palabras de agradecimiento con especial atención a la Compañía, al P. Arturo Sosa y “a tantos rostros que han sido fundamentales para mi vocación”. Después de la celebración, los presentes pudieron compartir un aperitivo en los salones de Maldonado. 

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