Publicado: Jueves, 09 Julio 2020

«Todo empieza cuando un día dejas de aferrarte con fuerza al timón de tu vida…»

Ángel Benítez-Donoso Tarascón es un jesuita madrileño de 35 años. Ingresó en la Compañía de Jesús con 24, y desde entonces se ha formado en San Sebastián, Salamanca, Beirut, Madrid y París, donde se prepara en la actualidad para obtener la licenciatura en Teología Dogmática.

Con él cerramos la serie de entrevistas a los cuatro compañeros que el 11 de julio recibirán la ordenación presbiterial en Madrid.

¿Cómo descubre uno su vocación a la Compañía?

Todo empieza cuando un día dejas de aferrarte con fuerza al timón de tu vida, cuando dejas de jugar a tener todo dominado y bajo control. Entonces lo que solo era un rumor comienza a oírse con claridad: “Ven…conmigo”. Ingenuamente piensas que es un momento en la vida pero al mirar hacia atrás descubres que es una historia, un camino en el que el Otro ha estado siempre ahí acompañándote. Y sigues caminando, pero ya nada es igual. Sabes de dónde vienes, sabes quién te llama, sabes hacia dónde caminas…pero sobre todo sabes quién está a tu lado. Quiero caminar contigo… para siempre.

Y así llegas hasta hoy: en vísperas de ser sacerdote…

Nunca en mi vida me habría imaginado ser cura…y sin embargo ya no puedo pensar mi vida de otra forma. Deseo ir uniendo mi vida a la del Señor, día a día. En todo y para todos. Caminar junto a los hombres y mujeres del mundo, acompañar sus búsquedas, anunciar la esperanza que nos habita, ser testigo de la Buena Noticia. Celebrar juntos la irrupción en la historia del Reino del Dios, ser signo de la reconciliación que nace del Resucitado, trabajar con alegría por la unidad del Pueblo de Dios. Seguir aprendiendo, seguir caminando, seguir sufriendo con el dolor del mundo, seguir denunciando la distancia que nos separa de la plenitud que esperamos, seguir anunciando la vida en abundancia de la que somos testigos… deseo ser, para toda la vida, sacerdote de la Compañía de Jesús.

¿Qué te sugiere el contexto de actual de pandemia?

Esta crisis ha dejado a la vista nuestras costuras. El miedo a la muerte y a la enfermedad, el olvido de nuestros mayores, la cultura del descarte, la polarización política, la fragilidad de nuestra sociedad, la pequeñez de la Compañía… Nada de eso es nuevo, tan solo lo habíamos intentado esconder entre fotos de instagram. No hay que culpabilizarse por tener miedo… pero no hay que olvidar que nuestros miedos no tienen la última palabra. Tampoco nuestras heridas, nuestras diferencias, nuestros errores. Ni siquiera la muerte tiene la última palabra en la historia. Quizás todo esto nos ayude a recordar que la muerte y el pecado son parte del juego de la vida pero nunca serán los protagonistas ni los vencedores. Porque esta crisis también nos ha recordado algo de lo que ya habíamos sido testigos: la última palabra siempre será vida en abundancia.

ver +