Publicado: Lunes, 14 Junio 2021

Agradecimiento y cariño en la despedida a la comunidad jesuita de Villafranca de los Barros (Badajoz)

 

Desde el profundo agradecimiento por tanto bien recibido, a través de todos los jesuitas que han pasado en estos 128 años de historia, se vivió una Eucaristía llena de emoción este fin de semana con motivo de la despedida a la comunidad del Colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz). En torno a los 500 años de la conversión de San Ignacio, el dolor de aquella herida que nos muestra hoy una hermosa cicatriz nos hace sentirnos más unidos que nunca porque en él somos amigos de Jesús.

La crisis de vocaciones presenta un escenario inevitable y, como reconocía el Provincial de la Compañía, vivimos este momento desde la tristeza porque “cuando nos cambian los papeles de sitio, cuando nos mudamos, cuando las cosas ya no son lo que eran, nos viene la nostalgia y el dolor por lo que se pierde: la presencia de jesuitas viviendo en el Colegio”. Pero también incidió en lo más importante, el agradecimiento. “Ha sido y es una tarea conjunta de gentes de Extremadura con la Compañía. Cuando viene el Colegio San José, se abre porque hay interés en formar a personas desde la fe cristiana para servir al mundo. Agradecimiento por contar con nosotros, jesuitas, y agradecimiento por haber estado tantas generaciones confiando en este modo de educar”, nos decía Antonio España SJ.

Y desde ese sentimiento, la comunidad educativa actual y compañeros jubilados, representantes de las congregaciones religiosas de Villafranca de los Barros y de la Iglesia local y diocesana, con el arzobispo de Mérida-Badajoz a la cabeza, arroparon a los seis jesuitas que se despiden del Colegio de Villafranca y a sus familias. Fue una celebración sembrada de esperanza, conscientes de que la Compañía y la Iglesia necesita más que nunca del compromiso seglar, “para seguir trabajando y siendo ejemplo de vida cristiana, seguir sembrando, desde este Colegio, y hacerlo con perseverancia” a pesar de los aires que nos traigan los tiempos, en palabras del arzobispo, D. Celso Morga.

El Provincial de la Compañía nos recuerda también la misión a la que estamos llamados, “viviendo en crecimiento o decrecimiento, somos del Señor. Nuestra vida cristiana no se posee a sí misma. La vida de los jesuitas tampoco. Somos aliento del Espíritu, empuje hacia el futuro, mirada que traspasa todo lo que vemos de forma inmediata. No podemos hacernos propietarios de un don que se nos dio sino ponerlo en manos de Dios, como hemos tenido que hacer tantas veces, como hemos tenido que vivir recientemente durante la pandemia que nos sigue azotando tan cruelmente, segando vidas humanas en Extremadura y en todo el mundo”.

Pedro Armada SJ, Rafael Torcal SJ, Jaime de Peñaranda SJ, Antonio Cruz SJ y los hermanos jesuitas, hijos de Villafranca, Pepe Díaz SJ y Diego Díaz SJ, reciben el cariño y el agradecimiento de todos, que son los sentimientos que nos llenan en estos días, unidos en oración, y mucho más aún el "hasta luego" que también apuntó el P. España SJ. “No poder mantener una comunidad en Villafranca y decidir ponderadamente dónde ayudar más es una medida difícil. Cambiar de rumbo nos lleva a una despedida. Ahora bien, todo adiós, toda marcha, todo traslado es siempre temporal porque no sabemos lo que Dios nos depara en el futuro. Y Dios escribe siempre con renglones torcidos”. 

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