
Descubrir la realidad migrante de nuestros hermanos
A lo largo del año los jesuitas que viven y trabajan en Nador reciben visitas de personas que quieren conocer más de cerca y compartir su labor. Ese es el caso de los voluntarios que pasan unas semanas allí. Como el de Paula Bayarte de Zaragoza que, con la colaboración de la Comunidad de CVX de esta ciudad viajó al proyecto de la Delegación de Migraciones Nador, donde descubrió la realidad migrante de nuestros hermanos. Os dejamos este artículo donde nos comparte su experiencia.
NADOR – CVX:
La Delegación Diocesana de Migraciones (DDM) se encuentra alrededor de la única iglesia de Nador, en el centro de la ciudad y muy cerca del paseo marítimo. Pese a estar a menos de media hora en coche de Melilla, las calles, los edificios y su gente respira Marruecos por todos los rincones. Impacta ver una realidad tan diferente a apenas unos cuantos kilómetros de España. Nador está rodeada por mar, montañas y bosques. Resulta también muy impactante mirar el paisaje sabiendo que es ahí donde cientos de personas se esconden y viven.
Llegué a Nador preparada para escuchar, dejarme sorprender y aprender. Empaparme de todo lo que pudiera para más tarde, a través de las palabras poder transmitir historias y la labor del equipo de la Delegación. A las pocas horas de pisar suelo marroquí pude sentir a una Iglesia que acoge. En la puerta de Santiago el Mayor había cuatro jóvenes migrantes pidiendo ayuda, pero hacía ya rato que el horario de atención había acabado. Alvar Sánchez (jesuita responsable de la Delegación) les propuso quedarse a dormir esa noche dentro de la iglesia, en unas colchonetas de colores que ya estaban dentro, algo que indicaba que no era la primera vez que cuerpos cansados dormían ahí. Poco después comenzó la misa y los tres chicos entraron y se sentaron en los bancos. Como apenas éramos un puñado de asistentes, se les invitó a subir al altar con todas. Compartir mi primera eucaristía con ellos fue sumergirme de lleno en una atmósfera de refugio, respeto y cariño.
La DDM acompaña, ayuda, asiste a personas exhaustas a todos los niveles que están llegando al final de un eterno camino de búsqueda de una vida mejor. Personas migrantes que llevan semanas y meses y años andando, escondiéndose, huyendo, luchando, sufriendo y pasando todo tipo de penurias y miedo. Llegan a Nador y todo esto sigue y la DDM les cura, escucha, acoge y acude rápida a donde se le llama, aunque sea en mitad de la absoluta nada. La mayoría de estas personas son jóvenes de Guinea, Costa de Marfil, Sudán o Camerún con un único objetivo, cruzar una frontera que se presenta ya cerca pero también mortal.
La DDM ofrece refugio en su residencia a migrantes heridos, enfermos, mujeres embarazadas o con bebés y otras situaciones de vulnerabilidad. Vulnerabilidad es una palabra que se hace realidad en Nador. La sensibilidad también cobra sentido en el trato del equipo a los migrantes en la residencia, pero también en talleres, actividades, donaciones y reparto de bienes de primera necesidad.
La Delegación ha crecido en los últimos dos años y está formada por un equipo diverso en los que se encuentran incluso personas que han formado parte de rutas migratorias y que saben de primera mano los infinitos problemas a los que se enfrentan. Personas de diferentes nacionalidades, lenguas y orígenes que trabajan coordinadamente en el terreno médico, psicológico y social y también en la sensibilización de jóvenes en sus países de origen. Definir como importante la labor de la delegación se queda bastante corto, sobre todo cuando ves que es la única organización que les ofrece ayuda en una zona geográficamente enorme y tan problemática.
Quiero agradecer a todos y en especial a Rocío Giménez y Alvar Sánchez su ayuda, acompañamiento y cariño por haber hecho posible escuchar y ver tantas vidas, historias y realidades en Nador.