Siguiendo los pasos de Ignacio de Montserrat hasta Manresa
El pasado 24 de marzo sesenta personas se disponían a celebrar en Montserrat una nueva efeméride: desde 1988, un grupo de personas que aman a la Virgen y a San Ignacio, se han ido reuniendo, cada año, para recordar la experiencia del peregrino de Loyola ante su dama, la Virgen. Un año más, y ya son 35, un nuevo grupo de peregrinos han querido participar, entre Montserrat y Manresa, del Espíritu que hace todas las cosas nuevas. Fueron sesenta personas en la vigilia de oración ante la Moreneta, en Montserrat. La mitad de ellas, además, se animó el día siguiente a recorrer a pie el camino que hizo Ignacio hasta la Cueva de Manresa.
Durante la vigilia de oración, la fiesta de la Anunciación del Señor invitaba a adentrarse, como en una contemplación de los Ejercicios, en la vida de Cristo. El anuncio del ángel a la joven María y la infancia de Jesús, llevaba a preguntarse qué aspectos de la vida pública de Cristo se arraigaban en su infancia. Ayudó una visualización recreada del hogar de Nazaret. Para, a continuación, escuchar contemplativamente cómo algunos de entre los asistentes sentían esta vinculación entre el Jesús adulto y su infancia. Luego hubo tiempo para el examen de la propia vida, la conversación espiritual que, en algunos casos, concluía con el sacramento del perdón, como así fue para nuestro santo. La Eucaristía a partir de media noche en el altar mayor, en el coro de los monjes, nos invitaba a pasar del "soy aquí" al "venid con nosotros, Señor".
Los veinticuatro kilómetros a recorrer al día siguiente hasta Manresa, hacían necesario el descanso nocturno, aunque algunos participantes quisieron levantarse más temprano de lo previsto para participar de la oración de la comunidad benedictina. Después, el grupo se reencontraría a las 9h en el atrio del Santuario, ante la escultura del joven Iñigo López de Loyola: la que lleva la espada en una mano y el bastón de peregrino al otro. Las siete horas de camino irían pautadas por cinco paradas. Éstas servirían tanto para reagrupar a los peregrinos y recobrar fuerzas, como para inspirarse con la espiritualidad de San Ignacio siguiendo las cinco partes del examen de conciencia.
La llegada al Santuario de la Cueva de San Ignacio en Manresa fue el premio para los peregrinos. Disfrutaban del final del tramo del camino realizado durante la jornada, pero al mismo tiempo se sintieron animados a ir más lejos y seguir buscando humildemente en presencia del Señor.