
Abel Pecharromán, distinguido con el VIII Premio San Alfonso Rodríguez
La Diócesis de Segovia ha concedido el VIII Premio San Alfonso Rodríguez a D. Abel Pecharromán. Desde 2017, la Diócesis entrega este premio en torno al día en que celebramos a este santo segoviano, el 31 de octubre. Con este galardón, se reconoce la labor callada de todos aquellos fieles que dedican su tiempo a los pequeños servicios cotidianos en favor de la Iglesia y la sociedad. Con cariño, con generosidad, pasando desapercibidos, pero realizando una tarea eficaz y necesaria en el día a día de nuestras parroquias.
En la actualidad, en Segovia siguen existiendo muchos «san Alfonso Rodríguez» que, debido a su discreción, no suelen aparecer en las noticias. Fieles de a pie, gente sencilla como Abel, de 92 años, vecino de la localidad de Olombrada. Casado con su mujer desde hace «solo» 67 años, padre de cuatro hijos, abuelo de tres nietos y bisabuelo de una niña «que es lo más listo que hay». Desde los nueve años es sacristán de la iglesia parroquial de San Vicente Mártir, siendo imprescindible en la organización y el orden de las celebraciones, siempre dispuesto a colaborar.
Toda una vida dedicada al trabajo, Abel es un poeta y escritor autodidacta con un legado de más de 300 poemas. Hijo Adoptivo de Fuentesaúco e Hijo Predilecto de su pueblo natal, es autor del libro «Olombrada desde sus crónicas», compendio de los escritos que publicó durante más de dos décadas en El Adelantado de Segovia y trabajo que ofrece una visión de la vida del pueblo en la segunda mitad del siglo XX. Como san Alfonso, es el encargado de abrir las puertas del templo. No solo ha acompañado a todos los sacerdotes que han pasado por Olombrada en su labor pastoral, todavía hoy sigue presente en las celebraciones dominicales, las fiestas y los momentos más delicados.
La entrega de «el llamador», como se denomina al galardón, tuvo lugar el pasado domingo 27 de octubre. Fue en su pueblo, Olombrada, en la que es su segunda casa, la iglesia parroquial de San Vicente Mártir, tras un concierto a cargo de la soprano ucraniana Anna Mischsenko. El acto, muy sencillo al estilo del santo, pretendía mostrar la realidad de una Iglesia acogedora y abierta a todos, que se nutre de la labor discreta y perseverante de personas como Abel que, en nuestros pueblos y barrios, salen diariamente al encuentro de los demás con la mayor entrega y total gratuidad.