Eucaristía de San José Pignatelli en Zaragoza
El pasado viernes, 14 de noviembre, la Compañía en Zaragoza celebró la festividad de su patrón, San José Pignatelli, con una Eucaristía en la iglesia del Centro Pignatelli. Sirvió como ocasión para reunir a las personas que colaboran y participan de la misión de la Compañía en la ciudad en todas las obras que acoge: comunidades jesuitas, Colegio del Salvador, Centro Pignatelli, Magis, SIP, Cofradía del Descendimiento, delegación de Entreculturas, así como miembros de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX).
Sirvió a la vez como cierre de la visita canónica del provincial, P. Enric Puiggròs SJ, quien presidió la Eucaristía acompañado de Santiago Aparicio (párroco de Santa Engracia, la parroquia del Centro Pignatelli) y compañeros de las comunidades de la ciudad, con el superior y el vicesuperior de ellas, José Antonio Ruiz Cañamares SJ y Juanje Bastero SJ.
Este año se extendió la tradición de que, al término de la Eucaristía, se continuara con un aperitivo en el atrio del templo para las personas que se acercaron a celebrar la memoria y el ejemplo de San José Pignatelli. Una oportunidad de encontrarse y compartir la historia y la actualidad de la Compañía en Zaragoza en un ambiente fraterno y festivo.
Para la ocasión se veneraron las reliquias que se custodian del santo en la iglesia de la Compañía en la ciudad: parte de sus cenizas (el resto descansan en la iglesia del Gesù en Roma), su cruz de votos y el cáliz y la patena con los que celebraba la Eucaristía.
San José Pignatelli fue un jesuita zaragozano de los siglos XVIII y XIX que sufrió primero la expulsión de la Compañía de España y después la supresión de ésta en 1773. Desde entonces hasta su muerte, en 1811, mantuvo vivo el carisma y la tradición propios con esperanza y coraje, además de con «astucia y sencillez», como nos recordaba el Evangelio de la solemnidad (Mt 10, 16-33). Un modelo para tiempos de incertidumbre y fragilidad que, como recordaba el padre provincial en su homilía, «supo vivir la herida y el sufrimiento hasta sus últimas consecuencias, es decir, hasta descubrir en estos la configuración con Jesucristo».