Publicado: Lunes, 16 Marzo 2020

Nueve años de guerra en Siria

Tras 9 años de guerra en Siria la violencia sigue provocando la salida de miles de personas del país. Las ciudades de Idlib y Alepo son dos de las regiones más castigadas por los enfrentamientos: desde diciembre de 2019, cerca de 950.000 personas han tenido que huir de sus hogares, según datos de ACNUR, y en menos de una semana, 50.000 personas se han desplazado forzosamente.

Un goteo constante de personas huyendo de la guerra durante casi una década que deja una situación de crisis humanitaria gravísima con 6,3 millones de personas desplazadas internamente (dentro del país) y 5,6 millones de sirios y sirias refugiados en países como Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. El 80% de todas estas cifras de desplazamiento son mujeres, niños y niñas.

Ante este contexto, nuestra organización socia, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), ha lanzado un comunicado, que suscribimos desde Entreculturas, manifestando la profunda preocupación “por el inicio de nuevas hostilidades en Siria y el impacto humano que esto tendrá” y pidiendo “la suspensión inmediata de todas las hostilidades y la protección de los civiles”. JRS también insta a todas las partes en conflicto a garantizar el acceso seguro a civiles y desplazados internos por parte de organizaciones humanitarias.

Todo esfuerzo es poco para evitar que el próximo año Siria cumpla una década inmersa en una guerra que está dejando un país destrozado, 380.000 muertos (115.000 de los cuales son civiles, según el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos) y millones de personas desplazadas.

Turquía y Grecia: la puerta cerrada de Europa

Turquía es el país con mayor número de personas refugiadas en todo el mundo y cuenta en su territorio con 3,6 millones de ciudadanos sirios y sirias. En las últimas semanas, la situación de las personas refugiadas en Turquía se ha complicado, tras la decisión del gobierno turco de abrir sus fronteras, provocando el flujo de personas refugiadas hacia Grecia y el posterior anuncio del gobierno griego de suspender durante un mes la Convención de Ginebra, negando temporalmente el derecho a asilo de las personas refugiadas.

A la frontera greco-turca ha viajado nuestro colaborador Javier Bauluz, quien ha sido testigo de la situación de desesperación de las familias que intentan cruzar la frontera para entrar a Europa y que han sido recibidas con gases lacrimógenos y violencia. Puedes leer su crónica aquí. Como resultado de esta tensión, las personas refugiadas se han quedado en “tierra de nadie” y en una situación “incierta e invisible”, nos comentaba Javier. Y es que a la incertidumbre de cómo acabará este tira y afloja entre Grecia y Turquía se suma la prohibición de los periodistas de informar en la frontera. “Los periodistas no podemos acercarnos a menos de 3 km del puesto de la parte turca y tampoco de la parte griega, con lo cual los ojos de la ciudadanía y en concreto los fotoperiodistas no pueden ser testigos de lo que está sucediendo. Solo existen la versiones de los Gobiernos y algunos vídeos hechos por las personas refugiados, pero sin la presencia de periodistas”, denuncia el fotoperiodista.

Líbano: país de destino

Si Turquía es el país con más personas refugiadas del mundo, Líbano tiene, junto a Jordania, el mayor número de personas refugiadas per cápita en relación a su población, ya que con una población de algo más de 6 millones de habitantes acoge estimadamente 1.5 millones de vecinas y vecinos sirios. En un país del tamaño de Asturias, el espacio físico es limitado y las condiciones de vida para la población refugiada son extremadamente duras: hacinamiento, desnutrición, condiciones higiénicas y de salubridad deficientes, inseguridad y, por encima de todo, carencia de derechos básicos.

El Gobierno libanés no considera que la población siria necesite protección internacional (no es estado firmante de la Convención de Ginebra) y no les otorga el estatus de refugiados y refugiadas, sino de desplazados/as, una diferencia que parece sutil pero que en la práctica deja a la población refugiada fuera del trabajo legal (a excepción de tres sectores: agricultura, construcción y medio ambiente) y sin acceso a oportunidades, servicios básicos y, en definitiva, la posibilidad de una vida digna mientras dure la guerra.

"Desde Entreculturas y junto con el JRS, seguimos apoyando a las personas más vulnerables que han tenido que dejar sus casas y han cruzado la frontera a Líbano", nos cuenta nuestro compañero Miguel Santiuste, expatriado en Líbano. Y es que a la situación de refugio, ya complicada de por sí, se suma la crisis económica que atraviesa el país, que impide el acceso a los medios de vida y acrecienta las tensiones sociales entre la población local y refugiada. Ver vídeo

Historias de esperanza: Amir y Samir

Desde Entreculturas creemos que la educación es un derecho básico que no puede estar comprometido en situaciones de refugio. Por eso, desde 2014 apoyamos el trabajo de JRS en Líbano con la población siria en el país. "Centramos nuestros esfuerzos en garantizar el acceso a una educación de calidad y apoyo psicosocial a más de 4.000 estudiantes de primaria y secundaria. También a través de nuestros centros sociales proveemos formación vocacional y terapia a más de 1.000 mujeres refugiadas sirias cada año", concreta Miguel.

En medio de la incertidumbre y la desesperanza, los colegios son oasis de paz y tranquilidad y rutina, donde los niños y niñas pueden llevar una vida como cualquier menor de su edad. Gracias al acompañamiento que ofrecemos, adolescentes como Amir y Samir han podido mejorar tanto académicamente como su situación personal y familiar. A pesar de su corta edad, Amir asume las responsabilidades de un adulto. Con su padre enfermo y siendo el mayor de los cuatro hermanos, apoya a la familia tanto financiera como emocionalmente. "La escuela significa todo para mí, me encanta y me siento muy triste por aquellos niños que no pueden asistir”, nos cuenta Amir, quien asegura que sus asignaturas favoritas son inglés y árabe: “mejoré mucho en inglés gracias a los profes y las profes que me enseñan todo aquí”.

Por su parte, el trabajo con Samir, de 15 años y estudiante de la escuela Telyani en Bar Elias, se centró más en brindar apoyo psicosocial, ya que enfrentaba algunos problemas familiares y escolares. Al inicio de su incorporación, rechazaba todo lo relacionado con el colegio, pero gracias a la ayuda de sus tutores/as y especialmente de Houda, la trabajadora social, pudo aprender a manejar el estrés, resolver los conflictos y mejorar su autoestima, logrando superar los desafíos del principio. Ahora, en sexto grado, Samir compite con sus compañeros y compañeras por ser el primero de la clase.

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