Publicado: Sábado, 09 Mayo 2020

Iglesia en salida desde el confinamiento 

Las experiencias vividas tienen que ser reposadas para poder descifrar, descodificar, que hay en ellas de llamada a un más y mejor servicio. Desde esta clave, un grupo de veinte personas, laicos y jesuitas, que asistieron en febrero al Congreso de laicos de la Conferencia Episcopal Española, se volvieron a reunir el pasado jueves 30 de abril, gracias a las posibilidades de la tecnología. 

El objetivo de la reunión era compartir, por una parte, aquellas mociones que seguían resonando después de este tiempo de reposar la experiencia. Por otra parte, compartir aquellas llamadas que se sentían de manera especial en tres ámbitos, el de la actual crisis sanitaria, el contexto de la misión compartida en la Provincia SJ y en el contexto de la Iglesia española que convocó el congreso. Os compartimos algunos ecos de cada uno de dichos ámbitos: 

Después de estos meses sigue resonando la riqueza de una Iglesia plural y generosa, que despierta gratitud y esperanza, y la experiencia profunda y auténtica de sinodalidad. También fue muy significativa la presencia de “lo ignaciano”, desde el encuentro, en parte inesperado, de jesuitas y laicos que habíamos recibido la invitación por distintos canales y con distintos objetivos, hasta las referencias frecuentes al carisma, pasando por los talleres. 

En el contexto de la actual crisis sanitaria hay llamadas a atender las urgencias, apoyando las iniciativas que ayuden a generar solidaridad y esperanza. Esta crisis también genera en nosotros una fuerte llamada a una vida más austera y sostenible y a contribuir en el rediseño de un estado del bienestar con mayor alcance y solidez. 

Desde el ámbito de la misión compartida y de la Iglesia española hay una llamada clara a una mayor conexión y comunicación entre nosotros, buscando espacios para compartir, para discernir, para dialogar qué Iglesia sueña la familia ignaciana y cómo podemos aportar, junto con otros, a la Iglesia española y desde ahí a la sociedad y, especialmente, a los más vulnerables.  

Aún queda mucho camino por hacer sobre el papel del laicado en la iglesia y el lugar que ocupa la mujer intraeclesialmente. Lo anterior requiere de un discernimiento de qué cosas tienen que cambiar internamente para que la Iglesia realmente sea eficaz en su misión. 

En definitiva, una Iglesia que todavía debe seguir avanzando en la riqueza y el potencial de su diversidad y a la que este grupo, junto con otros, se siente llamado a contribuir, siempre más desde las obras que desde las palabras. 

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