Publicado: Jueves, 17 Septiembre 2020

La vida sin educación no se sostiene

Toyi John, es alumna del colegio Umodzi Katubza en el campo de refugiados de Dzaleka en Malawi. Ella ha sido uno de los 1.600 millones de alumnos de más de 190 países que se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento más álgido de la crisis sanitaria. Gracias al trabajo de Entreculturas y del Servicio Jesuita a Refugiados pudo seguir estudiando a través de las clases de radio que todos los días se emitían en el campo. Toyi ya ha vuelto a las clases y está estudiando mucho pero algunas de sus compañeras “no han podido volver a clase debido a matrimonios o embarazos precoces en estos meses”.

Según Unesco, el parón educativo ha supuesto un riesgo de retroceder 20 años en los avances logrados en pos de la educación de las niñas. Sin posibilidad de volver a la escuela, muchos menores han perdido su lugar seguro, la escuela. La silla roja de Entreculturas vuelve este año como símbolo del derecho a una educación de calidad para todas las personas, estando más vigente que nunca y representando sobre todo a los menores más afectados por la Covid-19.

La ONG ha lanzado esta semana la campaña “La vida sin educación no se sostiene” y el informe La vuelta al cole. Un reto global a la sombra de la pandemia con el que reivindica que la vuelta al cole debe asegurar que las desigualdades educativas y los problemas de aprendizaje previos a la pandemia no se perpetúen o empeoren.

Esta es sin duda la mayor emergencia educativa global a la que, como humanidad, vamos a tener que hacer frente. La pandemia no afecta tan indiscriminadamente como nos parece. Afecta especialmente a los más pobres entre los pobres. Los niños y niñas que ya vivían en situaciones de gran vulnerabilidad, como el conflicto, la pobreza, la falta de acceso al agua, el desplazamiento forzoso o la discriminación social, se han quedado descolgados de su derecho a la educación. El cierre de escuelas agrava las desigualdades en la educación y les afecta y afectará de manera desproporcionada”, señala Daniel Villanueva, Vicepresidente Ejecutivo de Entreculturas.

Se calcula que, a día de hoy, aún hay 1.000 millones de alumnos fuera de la escuela, el 60% de la población estudiantil a nivel mundial. Alrededor de 132 países todavía no han anunciado en qué fecha volverán a abrir sus escuelas. Mientras tanto, más de la mitad de la población estudiantil del mundo no tiene ordenador en casa y más de 700 millones no tienen internet. 369 millones de niños que necesitan comedores escolares tuvieron que buscar otras fuentes de nutrición diaria.

Si los países no se preparan adecuadamente, si no se prioriza a los colectivos que están en mayor desventaja y si la comunidad internacional no mejora la cooperación con países frágiles o empobrecidos, la crisis sanitaria agrandará la brecha educativa ya existente y se incumplirán los compromisos del derecho a la educación para todas las personas y con ellos una nueva brecha de injusticia se agrandará sin remedio. Hay que asegurar la continuidad en el sistema educativo desde la inclusión y la equidad ya que, según UNESCO, 24 millones de estudiantes podrían no volver a la escuela en 2020, de los cuales 11 millones son niñas.

Entreculturas trabaja en 38 países a través de 192 proyectos mediante los cuales acompaña a 230.087 personas junto a sus organizaciones socias Fe y Alegría y el Servicio Jesuita a Refugiados. Pablo Funes, coordinador de Cooperación Internacional de Entreculturas, ha explicado que desde el inicio de la emergencia educativa, “aprovechamos la escuela y nuestra gran posibilidad de llegada a las comunidades, y centramos nuestro trabajo en atender las principales urgencias de los alumnos y de sus familias, al mismo tiempo que intentamos que la educación no se interrumpiera”. Por ejemplo, en países como Líbano, están facilitando acceso a la educación online.

La ONG cree indispensable redoblar la solidaridad global para estar a la altura de este desafío. Por ello reclama que la política de cooperación internacional priorice las necesidades educativas especialmente en los contextos de mayor desventaja, con medidas de protección para los niños y niñas en riesgo. 

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