Publicado: Viernes, 02 Julio 2021

Mirada hacia dentro

         Los Aniversarios Ignacianos que comenzamos en Pamplona en mayo alimentan un mensaje que puede sacarnos de esta agitación vital de este año y medio de pandemia que se suma a otros desafíos mundiales y nacionales. Mirar hacia el interior como hizo Ignacio en ese cambio vital a partir de la guerra en Navarra y de la herida personal, es una posibilidad que es despejar y prescindir de elementos que nos aprisionan. Para Ignacio se estrenó un espacio de silencio profundo donde el modo de conocerse y de referirse a sí mismo se transformaron poco a poco. Abrirse al mundo interior con Dios nos lanza a considerar el lugar que ocupa cada cosa, la importancia que tiene, el llamamiento que nos hace hacia una mayor liberación de cargas internas y una visión externa más amplia.

El descanso veraniego 2021 aparece en nuestro horizonte de multitarea, de presión informativa, de alerta agitada ante la vida y estresada por el alcance global del COVID. Existe una tendencia a pensar en nuestras actividades, en nuestra eficacia y en alcanzar las expectativas marcadas que nos quitan o hacen desaparecer la interioridad. Podemos vivir aprisionados por lo inmediatos y volcados en el hacer. Las posibilidades de adentrarse en ese mundo interior son humanizadoras y también transformadoras, aunque no peguen con el modo de vida que se vive alrededor nuestro, incluso en ambientes explícitamente religiosos.

Xavier Melloni apunta lo siguiente (De aquí a Aquí): “El pueblo esclavizado podrá escuchar ese “Yo soy” si se acalla, si es capaz de detenerse tras una jornada agotadora fabricando ladrillos con arcilla y paja. Si en medio de ese ruido, de esos gritos, de ese cansancio, son capaces de hacer silencio e identificar el poder que los esclaviza y encontrar la fuerza para liberarse de él. En silencio y con diligencia se escaparán por la noche de las garras del tirano. En silencio y gracias a las palabras libertadoras de Moisés que supo escuchar cuando le habló el desierto”.

            Quizás los tiempos más tranquilos, esta parada estival a modo de desierto, pueden ayudar a la contemplación e incluso a la reflexión. Muchos volverán a las fiestas con horarios cada vez más ampliados. Otros se esconderán y evitarán encuentros de masas. Incluso se pondrán sobre la mesa tensiones que hemos tenido amordazadas durante el año. Hay una alternativa en todo esto que es abrirse a la escucha y tener la posibilidad de una atención profunda a uno mismo, a los demás y quizás a Dios. Cuando tenemos más tiempo sin tareas fijas, se puede abrir uno al presente, a lo hermoso y a lo que puede dar sentido a todo. Es la experiencia de dejar crecer la semilla del Reino, del sueño de Dios sobre el mundo, como la semilla que se desarrolla en silencio, sin aglomeraciones ni bullicio (Mc 4, 26-34).

 

 

 

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