Publicado: Jueves, 25 Mayo 2023

La Congregación de Procuradores votó que no es necesario convocar una Congregación General

Los trabajos de la 71 Congregación de Procuradores finalizaron al mediodía del domingo 21 de mayo. La mayoría de los Procuradores votaron “ non cogenda ”, es decir, no convocar una Congregación General.

Por la tarde, los miembros se reunieron en la Basílica de Loyola, con los fieles de la región, para celebrar una Eucaristía de acción de gracias. La música y los cantos hicieron eco del ambiente de consuelo al final de este importante encuentro para la orientación de la Compañía de Jesús. Lo siguiente son extractos de la homilía pronunciada por el P. Arturo Sosa, Superior General, en esta ocasión.

Es una afortunada coincidencia celebrar esta Eucaristía de clausura de la 71ª Congregación de Procuradores de la Compañía de Jesús, aquí en la Basílica de Loyola, en la Solemnidad de la Ascensión del Señor.

Como con los apóstoles, Jesús, el Crucificado-Resucitado, ha estado sentado a la mesa con nosotros, enseñándonos, durante estos días que, al fin y al cabo, han sido demasiado escasos. Hemos compartido su palabra, su cuerpo y su sangre. Volvimos a escuchar su llamado a seguirlo ya convertirnos a su modo de vida pobre y humilde, como compañeros en la más pequeña Compañía de Jesús, para ser mejores colaboradores en su misión de reconciliación.

La Ascensión del Crucificado-Resucitado es la fuente del consuelo que también nosotros hemos experimentado. La tristeza del sufrimiento de los crucificados y el sentimiento de separación se convierte en la alegría de la fe que nos lleva a poner nuestra Esperanza en aquel que envió a Jesús para redimir al mundo y ahora envía su Espíritu a sus seguidores. Porque es el Padre quien conoce el camino y el tiempo para lograr la plena reconciliación de todas las cosas en Cristo. Corresponde a sus seguidores, como Jesús, ir haciendo su voluntad en cada lugar y en cada momento de la historia.

Habiéndoles dado la misión, “él fue levantado, y una nube lo ocultó de sus ojos. Mientras miraban hacia el cielo, lo vieron partir” (Hechos 1:9-10). Imaginemos por un momento los sentimientos y movimientos que brotaron del corazón y de la mente de los discípulos que se encontraron con la responsabilidad de continuar una misión mucho más allá de sus fuerzas, recursos y capacidades... sin la presencia de Jesús, o más bien , sin la presencia a la que se habían acostumbrado antes y después de Semana Santa.

Quizá sintamos algo similar al alejarnos de la consoladora experiencia que hemos compartido estos días. Miramos al cielo, viendo retroceder las condiciones en las que hemos experimentado el consuelo, y nos asaltan las dudas sobre la responsabilidad que se nos ha encomendado. Sentimos que somos una Sociedad pequeña, sin personal, sin recursos, frágil, pecadora...

Lucas continúa su relato diciendo que cuando estaban así perplejos por tanta incertidumbre, “de repente se les presentaron dos hombres con túnicas blancas. Dijeron: 'Galileos, ¿por qué estáis mirando hacia el cielo? Este Jesús, que ha sido tomado de vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo'”.

Este es un poderoso llamado a confiar en quien nos ha llamado a este camino de vida. Él no se ha ido para siempre. La exhortación a mirar de nuevo al mundo con confianza, a ponerse en camino, confiando en el que llama, seguramente recordó a sus discípulos las palabras finales del evangelio de Mateo: “y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. edad".

Por eso, con confianza renovada y poniendo en Él toda nuestra Esperanza, salgamos al mundo anunciando sin temor la Gozosa Noticia de la posibilidad cierta de reconciliación con la venida del reino de justicia, amor y paz.

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