El inicio de un camino juntos
Un grupo de 30 personas procedentes de centros educativos de las Fundaciones SAFA y Loyola (Andalucía, Canarias y Extremadura y Centro), la Universidad Loyola, el colegio Padre Piquer de Madrid, la ONG Entreculturas, y la Iglesia del Sagrado Corazón de Málaga acaban de iniciar en el Centro de Espiritualidad de la Compañía de Jesús en Salamanca un camino de formación en Identidad y Misión que se extenderá durante los próximos tres años con el acompañamiento del jesuita Manuel Santamaría.
Los integrantes de este G3C-Sur cursaron el primer módulo titulado “La persona en el camino de Ignacio”. De la mano de Cristóbal Jiménez SJ, pudieron acercarse a la figura de San Ignacio desde una nueva perspectiva. Más allá de una narración de hitos biográficos, los participantes tuvieron la oportunidad de pararse a reflexionar sobre la espiritualidad ignaciana a tenor de cómo el santo jesuita afrontó los avatares de su vida y vivió su propio proceso de conversión y cómo la experiencia de Ignacio puede ayudar a cada uno a vivir su propia experiencia espiritual.
En este sentido, se plantearon preguntas como ¿cuáles son las experiencias fundantes de tu vida? ¿cuál es tu centro y qué cosas pueden distraerte de él? ¿en qué pones la esperanza? Cuestiones de gran calado que, sin duda, abrieron la puerta a profundizar en el autoconocimiento, en la escucha, el discernimiento compartido, o en la aceptación compasiva del otro y de ellos mismos.
Siguiendo este proceso de búsqueda, la segunda parte de la formación abordó la gestión de las emociones como un camino para llegar a nuestra verdad, como brújula para guiarnos en la vida o para buscar la voluntad de Dios. La psicóloga de la Universidad de Comillas, Ana Aizpún, con una gran delicadeza y sensibilidad, ayudó a los participantes a identificar sus emociones conectándolas con su historia familiar, con los roles que desempeñaron en su vida, o con la cultura emocional recibida. Y de ahí a darse cuenta de a qué les llaman las emociones, qué les invitan a cambiar, decidir qué pueden hacer por ellos mismos y llevarlo a cabo.
En palabras de una de las asistentes, Nuria Gordillo: “Unas sesiones de gran intensidad y profundidad, de momentos compartidos, de risas y algunas lágrimas, de reconciliación con uno mismo, de compasión, de escucha interior y del Espíritu, de ver cómo gente tan diversa está unida en una ilusionante misión compartida, de momentos de soledad y silencio y, sobre todo, de profundo agradecimiento por la posibilidad de iniciar este camino juntos. Continuará…”