
¿Dónde estabas cuando eligieron a León XIV?
La elección de un Papa es uno de esos momentos que, por excepcional, queda grabado en la memoria. Muchos podemos recordar, sin duda, dónde estábamos cuando se anunció el nombramiento de Jorge Mario Bergoglio como Francisco, o de Joseph Ratzinger como Benedicto XVI. Ya el recuerdo del nombramiento de Karol Woytila como Juan Pablo II es más reservado a los veteranos del lugar. Pero desde ahora todos tendremos otra memoria, que es la del nombramiento de Robert Prevost, desde este 8 de mayo, León XIV.
Y muchos hemos tenido la bonita y peculiar vivencia de estar participando en el Encuentro de Provincia, en Loyola, cuando, a las 18,00h -justo coincidiendo con el final de una reunión de grupos- la chimenea de la capilla sixtina expulsó el humo blanco que indicaba que los cardenales reunidos en el cónclave habían nombrado a un sucesor de Pedro. Desde ese momento se cambió la distribución. El salón de actos de la casa de ejercicios se convirtió en centro al que fuimos convergiendo todos. Al principio, unos pocos, viendo en la pantalla gigante cómo la plaza de San Pedro se iba llenando. A medida que iban transcurriendo los minutos, del mismo modo que la plaza romana se abarrotaba, también la sala se iba convirtiendo en un hervidero. Todos estábamos esperando el momento en que se anunciase el nombramiento. Mientras llegaba, intuiciones, comentarios, especulaciones... ¿quién será? Si es en la cuarta votación, ¿será uno de los favoritos? Parolín, decían unos, Tagle, otros. Ninguno acertó.
Entonces, empezó el movimiento en la terraza vaticana. Y después, la proclama: "¡Habemus Papam!" Se anunció un nombre. En latín suena solemne. «Eminentissimum ac Reverendissimum Robertum Franciscum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Prevost. Qui sibi nomem imposuit Leonem XIV». Los que estaban más informados empezaron a comentar algo, mientras otros ya se lanzaban a buscar por Internet. Había alegría por la elección. Una sensación de gratitud, y de expectativa. Pasó un rato más, y al fin apareció en el balcón. Se notaba emocionado. No es para menos. También muchos lo estábamos. Sus primeras palabras fueron para hablar de paz. Y en su discurso hubo mucho apreciable. Cercanía, un recuerdo -en castellano- a su gente de la diócesis de Chiclayo, varias menciones llenas de cariño al Papa Francisco. En varios momentos aplaudimos. Ya hacia el final invitó a la multitud a rezar el Ave María. También nosotros nos sumamos. E impresionaba pensar en cuantos millones de personas en todo el mundo estarían haciendo lo mismo.
Al terminar nos fuimos a celebrar la Eucaristía. Para todos fue un rato precioso de sentirnos Iglesia, en Compañía. AMDG
