
Almería: de los barrios olvidados al mar de plástico en Níjar
La comunidad jesuita inicia una nueva etapa al servicio de las personas migrantes más vulnerables
Este final de curso trae para la comunidad de Almería un cambio profundo, no solo geográfico o institucional, sino sobre todo espiritual y misional. Después de más de cuarenta años de presencia en las parroquias de San Ignacio (Piedras Redondas), El Buen Pastor (Los Almendros) y Nuestra Señora de Araceli (barrio de Araceli), la Compañía de Jesús en Almería da un paso de salida: deja estos barrios y la atención pastoral directa de estas comunidades, tan queridas y compartidas durante décadas.
Es un paso que se vive con dolor y agradecimiento. Dolor por lo que dejamos atrás: rostros, historias, vínculos profundos, tantas semillas sembradas y acogidas. Y agradecimiento por la vida compartida, la confianza recibida y la posibilidad de haber caminado juntos tanto tiempo.
Esta etapa se cierra en un contexto de madurez eclesial y sinodalidad. Hoy, en estas parroquias siguen presentes muchos laicos y religiosas que han sido corresponsables durante todo este tiempo y que asumen ahora nuevas tareas con libertad y generosidad, en el seno de la “Misión Almería”. En palabras del P. Provincial, “fue emocionante ver la madurez de una comunidad cristiana que acepta estas decisiones duras” con la responsabilidad que brota del compromiso bautismal.
A la vez que cerramos una puerta, se abre otra: la de Níjar, el municipio con menor renta per cápita de España, marcado por pobreza, desigualdad y segregación. Es una de esas periferias que nos interpelan con fuerza. Allí la Compañía de Jesús está llamada a seguir encarnando el espíritu del Decreto 4 de la Congregación General 32, que cumple ahora cincuenta años: fe y justicia, inseparables. Es nuestra humilde contribución a las Preferencias Apostólicas Universales.
Como recuerda el P. General Arturo Sosa, necesitamos entrelazar nuestra vida-misión en una dinámica comunitaria. Y cuando esa misión nos lleva a las fronteras, a los márgenes, a la carne herida del mundo, allí es donde el Espíritu sopla con más fuerza. No solo queremos atender a los migrantes, sino vivir con ellos y entre ellos. Esa es la apuesta de Casa Arrupe, nuestra comunidad de hospitalidad, nueva sede de la comunidad jesuita.
Es un movimiento para ser “Iglesia en salida”, como insiste el papa Francisco. Un movimiento que se sitúa en la lógica evangélica de “bajar al encuentro de Dios” (González Buelta), un Dios que alza del polvo al desvalido y saca de la basura al pobre (cf. Sal 113). Un movimiento que acoge la invitación a “ensanchar el espacio de la tienda” (Is 54,2), no por estrategia ni por moda, sino por fidelidad al Evangelio.
Asumimos con ilusión y sentido de cuerpo el impulso del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), que muestra un dinamismo creciente en su misión de acompañar, servir y defender a quienes se ven obligados a migrar y sufren formas graves de exclusión. En Níjar, eso se concreta en la presencia entre personas que viven en asentamientos chabolistas; en la defensa de derechos fundamentales; en el acompañamiento humano y espiritual; en el trabajo por una hospitalidad que transforme.
En este contexto, anunciamos también la puesta en marcha de un nuevo proyecto con gran potencial de impacto en la sociedad almeriense. Gracias a la iniciativa del Obispado, el antiguo seminario diocesano será transformado en un espacio de formación, inserción y acogida para personas migrantes en situación de especial vulnerabilidad. Un proyecto verdaderamente eclesial, audaz y comunitario, encomendado a la Compañía de Jesús y que dará sus primeros pasos a partir de septiembre de 2025.
En la Compañía seguimos queriendo vivir con pasión la misión, sabiendo que no se trata solo de cambiar de lugar, sino de cambiar de mirada. Seguimos creyendo que merece la pena salir, bajar, servir. Y en esa dinámica, todo cambio es gracia. Todo cambio es posibilidad de encarnar un bien mayor, de vivir el magis ignaciano. Ad maiorem Dei gloriam.