Publicado: Martes, 04 Noviembre 2025

Loyola, el arte de recomenzar

El P. General Arturo Sosa SJ acaba de comenzar su visita a España. Lo ha hecho en la Plataforma Apostólica de Loyola, donde ha mantenido distintos encuentros, como el del domingo en Loiolaetxea. También ha visitado la enfermería de Loyola y ha celebrado una eucaristía en la Basílica. En el Santuario es, precisamente, donde nos fijamos. Sobre el significado de Loyola escribe Cristóbal Jiménez SJ en el texto que reproducimos a continuación.

En abril de 1535, Ignacio volvió a Loyola desde París. Los siete años de intensos estudios en la Universidad de la Sorbona habían debilitado su salud y los médicos le recomendaron volver a su tierra para respirar los aires natales. Ignacio obedeció y Loyola volvió a darle vida. Loyola y el arte de recomenzar. No era la primera vez que estas tierras le daban vida. Aquí nació en 1491 y aquí renació en 1521 cuando llegó herido después de la batalla de Pamplona, roto en sus sueños y horizontes vitales.

Junto a la puerta de entrada de la Santa Casa hay una bella escultura de bronce que representa el momento en que Ignacio llega herido a su casa natal. Es obra de Joan Flotats, discípulo de Gaudí. De alguna manera esa escultura nos representa un poco a todos. Todos somos personas heridas. Y las heridas son como el carnet de identidad, personales e intransferibles. A veces es la herida de la soledad, o la enfermedad, o los sueños que se nos han venido abajo. Ignacio invita a descubrir que las heridas no son nuestra única condición, ni la definitiva. Por encima de eso, somos personas bendecidas, en manos siempre de un Dios que nos abraza, nos sostiene y nos contiene. Esa experiencia mística abrió para Ignacio posibilidades infinitas. Loyola fue siempre para él un lugar de sanación física y espiritual. Y sigue siendo el escenario en el que mucha gente comprueba que es posible renacer de nuevo, resetear la vida. Cada año más de setenta mil personas se acercan hasta estas tierras. Loyola nunca defrauda. Por su espiritualidad, su historia, su naturaleza desbordante.

Los amantes del arte quedan sobrecogidos por un complejo monumental construido entre los siglos XVII y XVIII, esplendor del barroco, ideado por Carlo Fontana, discípulo de Bernini. En su centro se alza una majestuosa basílica coronada por una cúpula de 65 metros de altura, que domina el valle del Urola y que se ha convertido en el icono de la familia ignaciana. Inaugurada en 1738 los visitantes deambulan sobrecogidos por su planta circular entre mármoles labrados y columnas de orden corintio pacientemente decoradas con la técnica de la taracea. En el exterior, una imponente fachada barroca flanqueada por dos alas de setenta y cinco metros cada una. Una imagen impactante que da a los visitantes la sensación de estar recorriendo al mismo tiempo el Vaticano y los tránsitos de El Escorial. Todo el complejo está ideado como un relicario gigante que oculte en su interior la joya que da sentido a todo: la casa natal de san Ignacio, el lugar que confirma que aquí es posible el arte de recomenzar. Sin duda que a esa experiencia ayuda un entorno natural de bosques frondosos, cuidados jardines de árboles centenarios y un centro de espiritualidad dedicado al cuidado y el impulso de la espiritualidad ignaciana.

La Compañía de Jesús es conocida en todo el mundo por sus colegios, universidades o el compromiso con la fe y la justicia, pero para san Ignacio todo tiene un previo, un previo que comienza en Loyola. En una carta escrita a su confesor en 1536 decía que los Ejercicios Espirituales eran “todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a muchos”. En medio de una naturaleza generosa, siglos de arte y de historia, Loyola sigue siendo actual por el mismo motivo por el que lo fue para Ignacio, por esa experiencia de silencio interior y encuentro con Dios que hace posible el arte de recomenzar.

ver +