Un abrazo que construye esperanza en la misión del Sáhara
A Paula Ovies García-Pola, una maestra asturiana de 24 años formada en el Colegio San Ignacio de Oviedo, el verano de 2025 le cambió la mirada. Tras una primera experiencia de voluntariado en El Aaiún un año antes, decidió volver al Sáhara, esta vez a Dajla, para participar en el espacio de infancia que los jesuitas acompañan desde Cáritas, dentro de su misión en la región. “No habría podido vivir esta experiencia sin haber estado el año anterior cerca de allí, en El Aaiún”, recuerda. Fue allí donde nació el germen de un pequeño proyecto educativo que hoy, con poco más de un año de vida, “ya cuenta con personas que trabajan en él de forma regular, educando y ayudando a niños y niñas que lo necesitan a lo largo de todo el curso escolar”.
En Dajla, junto a otros voluntarios y colaboradores locales, Paula contribuyó a poner en marcha un nuevo espacio de infancia de verano. “Los niños y niñas pudieron aprender ciertas nociones de cálculo, mejorar su caligrafía, pero, sobre todo, jugar, compartir y pasar un buen rato de alegría y tranquilidad”, cuenta. La iniciativa, que empezó de forma modesta, fue creciendo gracias a la generosidad y al compromiso de la comunidad. “La media de participantes la primera semana era de seis y la de la segunda se convirtió en veinticinco niños y niñas gracias a la aportación de un minibús de una persona muy especial y con un gran corazón que conocí allí, el señor Bouh”, relata agradecida.
Más allá de los números, Paula confiesa que lo más valioso fue el descubrimiento de la presencia de Dios en lo cotidiano, en los gestos sencillos y en la humanidad compartida. “Personas como él, u otros voluntarios y trabajadores, me ayudaban a ver a Dios más cerca en una situación que se vuelve, en momentos, desoladora y desesperanzadora”. Recuerda cómo el cansancio se transformaba en ternura al contemplar “a una médico escuchando con dulzura y amor a su paciente” o al presenciar “cómo una persona que no habla francés y un niño que no entiende árabe se comprenden y comunican a través de un simple y cariñoso abrazo”.
De su paso por Dajla guarda la imagen viva de los niños y niñas que cada mañana corrían a recibirlos. “Nos veríais rodeados de niños muy cariñosos que llegaban con un abrazo, una sonrisa y mucha energía para toda la mañana. Eso nos transmitía aún más entusiasmo e ilusión”. En ese clima de confianza y afecto, la joven maestra experimentó lo que significa una misión que va más allá de la enseñanza: crear vínculos, compartir vida y descubrir el Evangelio hecho presencia entre los más pequeños.
Al regresar a España, reconoce que su equipaje pesa menos, pero su corazón lleva más de lo que podía imaginar. “Estoy muy agradecida porque, pese a que mi maleta va más vacía de vuelta, sin los juegos y materiales que trajimos, es mucho lo que me llevo de allí: sonrisas, abrazos, historias personales y muchos aprendizajes.”
Desde la misión jesuita en el Sáhara, al servicio de Cáritas y presente tanto en El Aaiún como en Dajla, se acompaña a los migrantes en tránsito en proyectos educativos, sanitarios y sociales. Experiencias como la de Paula reflejan el sentido más profundo de esa presencia: estar cerca de los más vulnerables, construir esperanza con gestos sencillos y descubrir —como ella dice— que “la esencia de lo que construimos ahí es ese amor que se hace visible en un abrazo”.