
Giuseppe Pittau (1928-2014): Un jesuita italiano en Japón
En la historia de la Compañía ha habido una serie de misioneros italianos en Oriente que marcaron caminos significativos de evangelización: Alessandro Valignano, Matteo Ricci, Giuseppe Castiglione, Giovanni Cola… A éstos creo que se puede añadir con toda verdad al recientemente fallecido a los 86 años en Tokyo P. Giuseppe Pittau.
Sus altas cualidades personales le hicieron capaz de conectar perfectamente con los japoneses, hasta el punto de llegar incluso a tratar personalmente con los emperadores de Japón. Fue uno de los pocos extranjeros invitados al palacio imperial, hasta llegar a conocerlos y comunicarse frecuentemente con ellos. Esto hizo que el P. Pittau fuera un verdadero ejemplo de enculturación en Japón, acercándose como amigo de los japoneses y comunicador del mensaje cristiano entre ellos. Su perfecto dominio de la lengua japonesa le ayudaba para esto.
En la visita del papa Juan Pablo II a Japón en 1982, hizo que el pontífice lo recordara siempre y le nombrara como delegado pontificio, junto con el P. Paolo Dezza, para la Compañía en los momentos difíciles de la enfermedad del P. Pedro Arrupe. Después del nombramiento del P. Kolbenbach como prepósito general de la Compañía, fue delegado del P. General para las casas internacionales de Roma, hasta 1992 en que fue elegido rector de la Universidad Gregoriana de Roma. En 1998 Juan Pablo II lo nombró arzobispo secretario de la Congregación para la Educación Católica en Roma. Después de su jubilación, el P. Pittau volvió a la misión del Japón, en donde trabajó en una parroquia y en la Universidad Sophia, hasta que sus limitaciones físicas lo llevaron a la enfermería de la provincia jesuítica de Japón, hasta su muerte el 26 de diciembre en Tokyo.
El P. Pittau ha sido un verdadero ejemplo de evangelizador por la cultura en Japón, como inició allí San Francisco Javier. Sus altas cualidades intelectuales y humanas, unidas a una enorme sencillez y cercanía en su trato con todos, hicieron que se pudiera acercar a infinidad de japoneses en los distintos puestos de importancia que ocupó en Japón. Sus últimos años de limitaciones físicas fueron el modo de ofrecer su vida en la enfermedad, cuando ya no podía evangelizar de otra manera. Allí le ha encontrado el Señor.
Fernando García Gutiérrez, SJ
Sevilla, 27.12.2014
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