
Mi experiencia en la Escuela de verano Amoverse
Testimonio de un joven monitor de la escuela de verano Amoverse celebrada en El Pozo del tío Raimundo (Madrid) el pasado mes de julio:
"Este verano buscaba hacer algo diferente al resto de años: quería dar el salto de 'camper' a monitor y vivir además una experiencia de voluntariado. Así que empecé el 27 de junio en la escuela de verano de Amoverse, en El Pozo del Tío Raimundo... o debería decir Zootrópolis, porque era la película elegida para ambientar 'el campa'.
Os cuento un día normal de campamento. Empezaba con una hora de apoyo al estudio para que los niños no olvidaran lo aprendido durante el curso. Era una tarea ardua dependiendo del día, pero en la que me ha sorprendido ver niños con muchas ganas de aprender. Tras esta actividad diaria, el programa era diferente según el grupo de edad, pudiendo tener desde juegos dentro de la clase, hasta un taller de gastronomía para preparar la merienda, que por supuesto disfrutábamos todos en el recreo. Allí jugábamos a la comba, las palas, baloncesto… y cómo olvidar los míticos partidos “monis contra mayores”; lo que sí que habrá que olvidar son sus resultados. Aunque el tiempo de recreo terminaba ahí, continuábamos con más juegos y deportes durante dos horas más.
También hemos hecho muchas excursiones, donde hemos pasado momentos inolvidables como en El Retiro, aprendiendo de la naturaleza o dando un paseo en las barcas, en el Parque de Atracciones, poniendo a prueba nuestra educación vial con bicicletas, haciendo batidos y sándwiches en el Vips, en la piscina,… Y por supuesto, la salida estrella de tres días a Los Molinos, con caminatas, deportes, velada musical y hasta su propio pasaje del terror. En todas ellas conseguías mejorar la relación con los niños, conocerles mejor y disfrutar como uno más.
Ahora, reviviendo las tres semanas de campamento en conjunto, reconozco que la experiencia ha sido intensa y muy, muy satisfactoria. He conocido a gente encantadora entre los monitores y coordinadores, y he logrado conectar con muchos de los niños de los que el último día costaba despedirse. Confieso que el primer día iba con algo de miedo, pero muy ilusionado por salir de la burbuja a la que estoy habituado para conocer una realidad diferente. Sin embargo, ahora creo que los niños de apariencia dura, reaccionan muy bien ante el cariño y la preocupación de sus monitores. Eso sí, a mí me llamaban de todo menos por mi nombre… porque cuando no era “el perro salchicha” era “Pablo medusa” o directamente “profe”. Repasando el campamento y recordando las caras de los niños no puedo evitar sonreír y, para no aburrirte lector con mis anécdotas, te animo a crear tus propios recuerdos ya sea en El Pozo o en cualquier otra experiencia de servicio o voluntariado.
Me voy con ganas de volver a verles y eso yo creo que lo dice todo. Hemos tenido la oportunidad de convertir El Pozo durante tres semanas en Zootrópolis, la ciudad en la que como dice la protagonista de la película 'todo el mundo puede ser lo que desee'”.
Pablo Cabrero Sánchez
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