
Vivencias de las "murmuratio"
Queridos amigos y amigas de infosj:
Todos los jesuitas oímos hablar de la “murmuratio” ya en nuestras primeras instrucciones del noviciado y los demás, tal vez, os habéis sorprendido oyendo hablar de ellas estos días. Efectivamente, se trata del proceso hacia la elección.
Es una palabra que en castellano suena mal, casi suena a lo contrario. Porque no se trata de hablar a escondidas de otro extendiendo un rumor. Sino de entablar conversaciones de a dos con el objetivo de buscar la información necesaria para acertar en la elección. Se trata, primero, de hablar en coloquio de confidencias para, luego, desde la oración y el discernimiento personal, ponerse a la escucha del espíritu sobre cómo resuena lo oído y conversado. Es decir, ayudar a la propia inteligencia con los medios espirituales. Y como eso necesita tiempo, se marcan cuatro días para que el proceso de búsqueda vaya asentándose sin prisa. En un método único.
El ritmo propio del charlar, anotar, buscar una cita, orar, dejar reposar y escuchar la voz interior va dando paso a diferentes estados de ánimo: desde la moderación al entusiasmo o viceversa, de la falta de claridad a la luz que se abre y contrasta, buscando siempre el fiel de la balanza. Consuelos y desconsuelos, razones y deseos, sentimientos e imágenes. Todo ello va generando un clima interno que se ayuda de la atmósfera exterior, hecha de enclaustramiento y puertas adentro, sin más contacto hacia fuera que cuando cada cuál se retira a última hora de la tarde para volver a la residencia donde vive.
La seriedad sin prisas con la que transcurren los cuatro días no evita el cansancio de cada jornada, que comienza a las 9 de la mañana en oración compartida y termina con la eucaristía de las 6 y media de la tarde.
Días para ir trabajando la libertad, buscando con otros el candidato que mejor sirva a todos. Ese es el milagro, libre de campañas o candidatos propuestos. Se trata de buscar y hallar al hombre que sirva a este cuerpo de hombres en su diversidad de culturas y lenguas, y en sus encrucijadas apostólicas. El hombre “extraordinario” que llevará la dulce carga que sus compañeros habrán puesto sobre sus hombros.
Cuando leas esta carta, probablemente ya sepas quién fue el elegido, pero te ayudará saber por estas líneas cómo fuimos llegando hasta él. La emoción de su elección y su personalidad te llegará seguro en crónicas sucesivas.
Un abrazo desde Roma
Cipriano Díaz Marcos SJ
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