Publicado: Viernes, 14 Octubre 2016

¿Cómo han vivido la elección los electores españoles?

El provincial, el delegado para la Tercera Edad y el elector Llorenç Puig nos dan testimonio de sus vivencias en la elección del nuevo General de la Compañía.

La experiencia del Provincial, Francisco José Ruiz Pérez SJ

Elegir al General a lo largo de estos días ha sido un viaje continuo hacia Quien nos unía a todos en lo más profundo de nosotros mismos. Allá, en el interior del mar al que hemos ido remando, nos hemos encontrado algo que es mayor que nosotros, desde el que nos comprendemos como necesitados, sorprendentemente hermanados e invitados a seguir tras la estela del Señor de todos los mares. Ese viaje tan complejo y con tanto despojo nos ha permitido reconocer a un compañero que puede velar por eso que nos une y que nos da la vida para gastarla en otros. Viendo a nuestro nuevo P. General, se nos desvela finalmente nuestra identidad más profunda y compartida: ser amigos en el Señor y discípulos de su Evangelio.

La experiencia de Llorenç Puig SJ

Mi vivencia de este proceso de elección del P. General la podría resumir en dos palabras: confianza cumplida. 

Efectivamente, he podido experimentar en primera persona que san Ignacio y la tradición de la Compañía tienen una gran sabiduría sobre los procesos humanos y del Espíritu. Y más, en cómo los dos se interrelacionan: "el alma debe disponerse".... para que pueda actuar el Espíritu. Así es como sabemos que pasa en los Ejercicios Espirituales. 

Pues bien, en la Congregación General, en los primeros días todo parecía muy complejo: la diversidad cultural, de exeriencias e itinerarios, el hecho de que no hubiera nombres a priori dados ni destacados, un grupo de personas que no se conocían hondamente y que debían hacer un discernimiento muy profundo comunitariamente... Todo ello asustaba, ciertamente. Tal vez por ello, unos días antes de empezar las 'murmuratio', el P. Orlando Torres dijo sabiamente a los congregados: "confiad, confiad, que funciona, ya lo veréis!"
Y entonces empezó el milagro: cuatro días realmente intensos de conversaciones vis a vis, hondas, sinceras, para hablar de tal o cual persona, de sus capacidades, de sus límites, de sus cualidades... Cuatro días de gran hondura y cariño a las personas y la Compañía, buscando conocer más las personas que podrían liderarla... Cuatro días de ver que estábamos todos, tan diferentes, tan diversos en tantos aspectos, en una única búsqueda. Cuatro días, también, de ver que este proceso no lo controlábamos nosotros: es demasiado complejo, parece que no pueda llevar a buen puerto... y por ello necesitábamos buenos tiempos de oración en común, y también ratos personales de oración en una capilla u otra, ante el Santísimo expuesto tal vez... 
Y el día de la elección, es el momento de dejar de lado la frenética actividad de los días precedentes, para ponerse en manos de Dios, para invocar el Espíritu que nos ha de conducir, y nosotros dejarnos llevar por Él... Misa votiva del Espíritu Santo temprano por la mañana, y luego directamente al aula, donde tras una breve y clarificadora plática sobre las actutudes del discernimiento, tenemos una hora de oración. En silencio, a ratos con los ojos cerrados, otros mirando a los compañeros en oración sincera, o alguna frase inspiradora de los puntos de oración del P. D'Souza... Yo iba mirando a ratos, he de decir, a las personas que veía que podían ser los elegidos: cómo oraban, cómo estaban ante el Señor, dispuestos... 
San Ignacio propone que uno llegue al aula todavía sin haber cerrado del todo la decisión. Cuesta creer que se pueda hacer, pues supone una gran libertad interior, no apegarse a una decisión predeterminada, sino estar hasta el último momento abierto al susurro del Espíritu. Yo ya veía que llegaría así, con cierta indiferencia, a ese momento. Creía que podría ser así, confiaba. 
Y lo impresionante del caso es que sí, que he empezado la oración con indiferencia entre algunos nombres que había explorado más profundamente en las murmuratio. Pero poco a poco ha ido ganando peso una convicción honda, decidida, firme, sin dudar ni poder dudar. Había que escuchar también, como decía el P. D'Souza, la sabiduría del resto de electores, pero nacía inesperadamente una gran seguridad. 
Y las votaciones han fluido mucho más de lo esperado... Ante las diversas posibilidades que había, y la variedad de personas, sensibilidades, itinerarios, ¿cómo es posible que se llegue tan fácilmente a un sentido aplauso, una alegría compartida, una consolación vivida tan ampliamente? 
Sí, hacía falta confianza, y el Señor la ha cumplido. 
Tenemos un nuevo Padre General, ya no estamos huérfanos de ese que nos debe acompañar e indicar caminos de futuro... La Congregación General continúa, y debe proporcionarle un equipo y directrices para el futuro, pero una vez disuelta, le encomendaremos el cuidado e impulso para los próximos años. Que el mismo Espíritu que nos ha invitado a elegirle, le acompañe en esa difícil tarea que inicia hoy. 

La experiencia de Cipriano Díaz Márquez SJ, delegado para la Tercera Edad

Creo que todos hemos vivido este tiempo de elección como un momento muy especial, muy espiritual. Conscientes de ser protagonistas de un trozo de la historia de la Compañía de Jesús y de seguir prolongado su deseo de misión universal. Pero las preguntas han sido inmensas: ¿quién de entre nosotros podría liderar ese esfuerzo cuando sabemos la complejidad de los retos mundiales? ¿Quién sería el hombre adecuado cuando venimos de tradiciones, lenguas y experiencias tan diversas, y no estamos tan seguros de querer las mismas cosas? ¿Quién sería ese General que nos ayudara ahora a seguir despertando una nueva posibilidad, la posibilidad de una radicalidad mayor al evangelio y la misión de Jesús? ¿Quién podría llevarnos a esa conversión? Creo que lo que hemos vivido y seguiremos viviendo estos días tiene mucho que ver con aquello que el papa Francisco nos señaló en la homilía de la canonización de san Pedro Fabro (3 de enero de 2014): “¿tenemos grandes visiones e impulsos? ¿También nosotros somos audaces? ¿Vuela alto nuestro sueño?”.

Es experiencia común la impresionante dinámica de elección del P. General. Un proceso de discernimiento colectivo basado en la honestidad, la pureza de corazón y el cariño entre amigos en el Señor, creciendo día a día en unión de ánimos. La Eucaristía del Espíritu Santo que tuvimos al inicio del día quizá fue en exceso romana y ceremonial. Sin embargo, la oración de una hora en silencio en la sala de la Congregación, con 212 jesuitas tan diversos rezando silenciosamente juntos fue un verdadero "soplo del Espíritu". "Dios nos fue propicio en Roma" y nos lo será en todas las partes del mundo, para mejor amar y servir a nuestros pueblos, especialmente a los más excluidos y vulnerables.

Y ya tenemos General; el que el Señor nos ha regalado. Pero la Congregación continuará, porque aún tenemos que darle un equipo de gobierno al P. Arturo Sosa y pensar sus estructuras, y seguir reflexionando los retos de la misión y el estado de la Compañía de Jesús. “Te rogamos, Señor, que inspires nuestras acciones, y las continúes con tu ayuda, a fin de que todo cuanto oremos y obremos proceda siempre de Ti y por Ti lo concluyamos” (del Misal Romano: una oración en cierto desuso que nos han recordado estos días).

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