Publicado: Martes, 25 Octubre 2016

"He visto recogerse al Papa"

Cada día en el Aula comenzamos cerrando los ojos, en oración compartida, con la mirada vuelta hacia dentro, pero no hacia uno mismo, sino al interior de esta Compañía que nos convoca y nos abraza, y nos pide contemplar las cosas de este mundo. Sabemos que lo que está por delante exige de nosotros una atenta mirada, pero necesitamos primero cerrar los ojos para que el Señor los abra a toda su realidad; recogerse en sí, para que se nos espabile el oído y escuchar mejor.

Este lunes el Papa ha venido al Aula. Y lo ha hecho sin prisas, con el tiempo necesario para compartir con nosotros la oración de la mañana. Lo he visto recogerse y me lo he imaginado como a mí mismo, lleno de deseos. He pedido entonces que el Señor ilumine sus ojos y sus labios, para que su mirada y sus palabras nos inspiren después, y nos permitan remar en ese horizonte de gentes, de culturas y de desafíos que contempla nuestra congregación. Para que nos haga cómplices de su reforma eclesial y sus deseos de conversión al evangelio. ¡Mar adentro!

La oración la ha dirigido nuestro compañero Víctor Assouad, sirio, nacido en Alepo, mientras la violencia sigue golpeando intensamente a su pueblo. Hemos cantado: “Eres la fuente de agua viva, el fuego, el amor. Ven, Espíritu Santo; ven Espíritu Santo”. Nuestra sed buscando el manantial, conducidos por el buen Pastor del salmo 23 y por el testimonio autobiográfico de Frans van der Lugt, jesuita asesinado en 2014: “lo mismo que he compartido con el pueblo sirio sus tesoros, también me gustaría compartir sus angustias, su sufrimiento y su muerte. Me gustaría estar en el corazón de cuanto ocurre y poder participar de los dolores de parto que conduzcan a una nueva vida”. La intensidad oracional ha sido enorme, pidiendo finalmente por Francisco, tal como él mismo pidió a la Iglesia rezara por él el día de su elección.

Después de la oración, con los ojos abiertos y el corazón atento, hemos escuchado sus palabras. Nos ha pedido que caminemos juntos y libres, obedientes y pobres, y disponibles para transitar en favor de los otros. Que progresemos en “fervor” para iniciar procesos de fe, justicia y misericordia y sepamos acompañarlos y evaluarlos. Que crezcamos en el servicio de la alegría y del consuelo para no sucumbir, ni dejar que otros sucumban, a la desesperanza y la tristeza de un tiempo difícil. Que avancemos en el acompañamiento y el cuidado de tantos hermanos y hermanas nuestros que sufren la misma cruz de Jesucristo. Y que lo hagamos con discernimiento, sintiendo con la Iglesia, en comunión y servicio, junto a todo el pueblo de Dios.

Nos ha pedido por último que miremos a María, nuestra Señora de la Strada, Madre de peregrinos, para que en este camino nos libre de toda ambición mundana y nos conceda la gracia de ser pobres y libres.

Nuestro hermano Francisco ha seguido dialogando con nosotros, como los amigos lo hacen entre sí, y ha terminado saludándonos personalmente a cada uno. Su cercanía fraterna y sencilla, su humildad y su servicio han sido una lección de liderazgo evangélico que acogemos como un don, porque nos muestra el camino.

Cipriano Díaz Marcos SJ

(delegado en la cg36)

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