Publicado: Viernes, 28 Octubre 2016

Enviados para aprovechar

Por lo que estoy viendo, la Congregación General es un espacio de discernimiento en común, que tiene, por tanto, su ‘agitación de espíritus’ y sus fases diversas. Fases de búsqueda, de ver las dificultades de hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, y fases luminosas, de gracia, de don concedido. Creo que hasta ahora podemos identificar tres momentos de interrogante, y tres momentos de irrupción de la gracia, del Espíritu a través de diversas mediaciones. 

1) La primera fase de la Congregación fue un dulce caminar hacia el conocimiento mutuo de esos más de 200 delegados que constituyen la congregación General. Días de encuentros por grupos variados para analizar la situación de la Compañía… Pero la perplejidad vino al percatarse uno de que, al cabo de unos días intensos, de muchos diálogos en grupo, como mucho había tenido espacio de contacto directo con menos de la mitad de los participantes. ¡El grupo es realmente grande y diría que inabarcable!

Pero este temor, de que es difícil que personas tan diversas se pongan de acuerdo en algo tan básico pero en principio tan difícil como elegir a la persona del Padre General, se esfumó en la elección de éste. Tras los cuatro días intensísimos de diálogos de dos en dos para buscar y hallar la persona que sentíamos que el Señor nos encomienda, el día de la elección se llegó rápidamente a una persona concreta, de forma realmente insospechada a priori. Y lo más importante, dejando en el aula un aire de alegría compartida por todos, que impresionaba. Algo había pasado ahí que había ido más allá de nuestra diversidad de sensibilidades y pareceres.

2) La segunda fase, después de la elección, fue la de analizar la mejor estructura de gobierno de la Compañía, para ayudarnos mejor en el cumplimiento y discernimiento de nuestra misión. De nuevo pudimos comprobar, en las sesiones plenarias, la gran dispersión de pareceres, de temas y de posibilidades que aparentemente se contraponían.

Pues bien, esa fase de cierta perplejidad se acabó cuando vimos en el aula que nos interesaba ver el pensamiento, las ideas y la síntesis que podía hacer el P. General sobre este tema. Su intervención, llena de sentido común, de finura espiritual y a la vez firmeza, hizo brotar en muchos de nosotros tres sentimientos.

El primero, un sentimiento de que estamos en buenas manos, que este P. General recoge extraordinariamente las ideas fundamentales expresadas por la Congregación y es capaz de convertirlas en un proyecto concreto -aunque siempre flexible- que nos planteó como posibilidad a realizar.

El segundo sentimiento, consecuencia del anterior, es quenos estamos dotando de buenos instrumentos, en el gobierno central, no sólo para sostener nuestro trabajo y misión, sino para discernir, para ser capaces en el futuro de ver cómo responder a los variables retos que se irán presentando a la Compañía.

Y el tercer sentimiento es el de confirmación. Confirmación, sí, de la elección de P. General. San Ignacio prevé, en los procesos de elección, una serie de ayudas para ‘hacer una buena elección’. Pero no acaba la elección en el momento de tomarla, sino después, en lo que llama ‘confirmación’. Es decir, recibir la gracia de una seguridad grande en que la elección ha sido bien tomada, según la voluntad del Señor que nos mueve.   

3) Finalmente, hemos tenido hasta ahora una tercera fase en la Congregación que ha pasado por un tiempo de nuevo de cierta perplejidad ante la dificultad de saber qué debíamos hacer ahora, cómo formular adecuadamente lo que queremos decir hoy sobre nuestra vida y misión. De nuevo, diversidad de pareceres, de puntos de vista. En la Deliberación de los Primeros Compañeros ya se muestra cómo efectivamente el discernimiento en común, la deliberación, no es sencilla. Necesita que uno se descalce, pide escucha cuidadosa, apertura de corazón, perseverancia en la oración, y un regalo del Espíritu.

Pues bien, la visita del Papa a la Congregación ha sido una irrupción que nos ha sacudido. Y lo ha hecho no porque nos haya dado una serie de llamadas concretas, o porque nos haya dado alguna receta sencilla para hacer. Al contrario, lo que ha hecho el Papa ha sido invitarnos a ir a nuestras raíces, a la Fórmula del instituto que contiene el núcleo de lo que los primeros compañeros sentían que fundamenta a la Compañía de Jesús, e invitarnos a ‘remar mar adentro’, a profundizar más, tal y como dice el lema de esta Congregación.

Y nos ha llamado a preguntarnos por el aprovechamientopara los demás de nuestra vida y de nuestra misión. El aprovechamiento, en efecto, “es lo que da el criterio práctico de discernimiento propio de nuestra espiritualidad”. Un aprovechamiento que el Papa, además nos ha invitado a que vivamos:

  • en consolación, la consolación del Señor

  • teniendo ante los ojos y dejándonos conmover“por el Señor puesto en cruz, por Él en persona y por Él presente en tantos hermanos nuestros que sufren”

  • y finalmente, “de buen espíritu, que es lo que nos enraíza en la Iglesia, en la que el Espíritu actúa y reparte su diversidad de carismas para el bien común”.

Seguimos, pues, nuestra ruta y nuestro trabajo en esta Congregación, de la que el Señor solo sabe sus frutos y el camino que nos espera. En todo caso, lo que sabemos es que estamos en sus manos.

Llorenç Puig SJ

Delegado en la CG36

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