Mensaje para los jesuitas en zonas de guerra y conflicto.

Los redactores de la primera versión fueron John Dardis (HIB), Jean-Baptiste Ganza Gasanana (RWB) y Dany Younès (PRO). La presentación fue profundamente emotiva: una lectura en el aula en silencio, un silencio cada vez más profundo y denso, y una ronda de intervenciones, de reacciones a su lectura. Entre esas intervenciones, algún compañero de un país muy castigado por la violencia no pudo acabar su intervención, emocionado por la carta y lo que significaba. 
 

Tras algunas propuestas de mejora del texto, dos de los redactores hicieron una confesión personal: "esta carta la hemos redactado desde el corazón, desde la oración, la hemos escrito dos personas que hemos vivido desde nuestra infancia en países en guerra: Líbano, la región de los Grandes Lagos..." Por eso, las palabras de esperanza que se presentan en la carta no son palabras vacías o escritas desde un cómodo lugar, sino escritas por personas que saben, en primera persona, de qué hablan, y que tienen la legitimidad para hacerlo desde la vivencia personal. Por eso, más que una carta, este texto es sobre todo un testimonio de fe y de esperanza. 
 

Pero también es un documento que nos hace pensar a todos, no es una simple expresión de solidaridad con unos 'héroes' que están en lugares difíciles, que nos podría dejar al margen. Es una carta que también nos plantea preguntas a nosotros: ¿cómo es la radicalidad de nuestra vocación? ¿dónde están las fuentes de nuestra esperanza? ¿cómo nos apoyamos y acompañamos unos a otros? ¿cómo trabajamos por la paz, ahí donde estamos? Y culmina con una oración, con un coloquio como los de los Ejercicios...

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