Publicado: Miércoles, 30 Agosto 2017

Experiencias MAG+S en Atalaya (Burgos)

Entre las diversas experiencias para jóvenes de 18 a 30 años que organizó este verano Pastoral MAG+S, los campos de trabajo en Atalaya Intercultultural acercaron a los monitores la realidad de la migración. Esta entidad intercongregacional sin ánimo de lucro, de la que forma parte la Compañía de Jesús, atiende a inmigrantes en la ciudad de Burgos desde hace más de diez años.

Los jóvenes que participaron como voluntarios prestaron un servicio de ocio educativo a niños, hijos de familias inmigrantes, teniendo como objetivo principal ser un trampolín, durante el periodo estival, para solventar las carencias escolares con las que se han encontrado durante el curso y poder afrontar el siguiente con las menores dificultades posibles. También se buscaba ofrecer a las familias una alternativa de ocio real para que pudieran compaginar sus obligaciones laborales.

Los dos turnos se celebraron del 15 al 29 de julio y del 29 al 12 de agosto. Os dejamos testimonios de dos jóvenes voluntarios:

Cuando los demás son las antorchas…:

Solo viviendo quince días en Atalaya podréis comprender este voluntariado, pero como se trata de presentároslo a quienes aún no habéis tenido la oportunidad de vivirlo, voy a intentar abrir un poco el corazón y mostrároslo desde mi perspectiva, consciente de que nunca me salen las palabras adecuadas cuando lo que tengo que decir me desborda el alma.

Llegué con ganas de cambiar el mundo y al final él me cambió a mí. No ha sido fácil admitir que sola no puedo hacerlo todo, pero ahora sé que puedo hacer algo y por muy pequeño que sea siempre estaré dispuesta. Esta experiencia ha reafirmado mi deseo de ayudar y me ha motivado para llevarlo a mi día a día. Y quizás parezca una ilusa, pero la esperanza nunca se pierde y he visto el poder de unos jóvenes juntos comprometidos en amar y servir, con una vida por delante de ventaja y Dios de su parte, y por ello, sigo pensando que llegará el día en que salga en las noticias que un grupo de voluntarios ha cambiado el mundo, realmente creo que es lo único que podría hacerlo.

Intento revisar estas dos semanas y no voy a decir que ha sido fácil, porque es duro salir de la burbuja en la que vivimos y chocarnos de lleno contra el muro de la realidad, pero hay mucha más luz que oscuridad en toda esta historia. Me quedo con miles de momentos que me han tocado el alma, con cada palabra, frase u oración que me ha ayudado a seguir aún más fuerte, pero especialmente, me quedo con unas caras concretas y sus respectivos nombres que siempre tendrán un hueco en mi corazón, porque me han cambiado la vida, siempre a mejor. Hablo de personas que sin saberlo me han reparado; los niños con sus abrazos sinceros, con sus miradas limpias y sus palabras nobles, ellos siempre tan oasis en los días malos, me han hecho volver a mi infancia y me han sacado más amor del que creía que tenía para dar. También me refiero a los adultos, mis alumnos de español, con el esfuerzo y la gratitud infinita, pero sobre todo por dejarme ser yo su refugio, por confiar en mí y hacerme sentir especial, útil. Hablo sobre todo de mis compañeros y coordinadores primero, luego mis amigos y finalmente mi familia, por ser ejemplo y apoyo, por tener siempre la palabra adecuada.

Si dudas de ir por quién te podrás encontrar, no temas, yo fui sola y creo que basta con decirte que los demás (niños, compañeros, acompañantes) son las antorchas de esta experiencia y estoy segura de que lo serán en muchos días más del resto de mi vida. Les estoy infinitamente agradecida por los días tristes y los días felices, por la soledad y la compañía, por la solidez y las cenizas, por enseñarme a querer y quererme sin el filtro de los prejuicios, por hacerme crecer y crecer conmigo, por mostrarme que “la vida es para darla sencillamente, sin publicidad”, por ser mi momento de descanso, mi euforia y mi motivación, por las sonrisas más plenas y las lágrimas más sinceras, por este voluntariado, por este milagro.

Unos por otros, Dios por todos.

Blanca García Castro.

Sorpresa y cuidado desde la integración

Dos palabras me salen para nombrar lo que he vivido en Burgos: sorpresa y cuidado.

«Sorpresa» porque nunca en mi vida habría pensado en ser parte de un grupo de monitores, en cuidar sesenta niños, en pasarme un verano en España (soy italiano) ¡al servicio de los niños! Pensaba que necesitaría unas cuantas experiencias, competencias para acercarme a ellos, para comprenderlos, para robarles una sonrisa. Sin embargo a lo largo de la experiencia los papeles me parecen haberse intercambiado: ellos se han hecho profesores de sencillez y diversión.

«Cuidado» porque en Atalaya no se cuidan solo los niños sino también los voluntarios. Desde las 9 hasta las 17h sólo existían los niños y era nuestra responsabilidad darles cariño y atención para que pudieran disfrutar su campamento con serenidad. Pero antes y después (y durante), los coordinadores siempre se han interesado por los monitores: las actividades de formación y de acompañamiento han sido para mí una forma de atención hacia nosotros, para disfrutar y conocer cuánto más posible Atalaya Intercultural.

Una última cosa, quizás la más importante. Animaría a muchos a apuntarse solo para conocer a gente que ha hecho de la integración de inmigrantes su misión, su reto de cada día. Atalaya: Una experiencia cristiana para educarse en la integración, para aprovechar toda la riqueza que conlleva.

Matteo Palma

ver +

también te puede interesar