La promoción de vocaciones, un reto de todos.
En Loyola, durante los votos de bienio el pasado 8 de septiembre, volvimos a sentir la ilusión y la viveza de nuestra vocación. Los cuatro compañeros , Luis, Alex, Alejandro y Lucas, prometían ante Dios su entrega radical y, transmitían la ilusión y el entusiasmo por la misión de la Iglesia y de la Compañía en el mundo de hoy. Con el Santuario lleno, expresaban públicamente su deseo y su compromiso por llevar una vida como Jesús al modo jesuita. Casi al mismo tiempo, entraban en la Compañía de España seis novicios que inician su proceso de probación para realizar la llamada a la que Dios les convoca por su nombre, Eduardo, Fran, David, Luis, Anselmo y Jaime.
Si hace tiempo que no vamos a unos votos o no estamos en contacto con personas que se plantean la vocación a la Compañía, podemos ir adquiriendo un sentimiento de lejanía con todo ello. Además, cierta desolación puede apoderarse de nosotros al ver el número de entradas muy pequeño todavía, la edad avanzada de muchos jesuitas, algunas salidas que nos sorprenden y afectan, la necesidad de paciencia para poder articular un proceso apostólico que vaya dando resultados entre jesuitas y colaboradores... La raíz de todo esto es, quizás, honda, y nos lleva a una mirada sin esperanza que sólo Dios puede devolver. Con más razón si esto desgasta nuestras relaciones personales y nuestra adhesión hacia la misión.
Siempre estamos invitados al “intenso mudarse contra la misma desolación” (Ej 319) y depende de cada cual poner medios para ello. ¿Qué podríamos hacer desde nuestra vida de cada día, desde nuestro pequeño o gran apostolado, desde nuestro trabajo, desde nuestros estudios o desde nuestro cuidado de la salud? Lo primero es seguir orando por las vocaciones en la Iglesia porque hay una cultura donde desaparece la vocación y aparecen roles, puestos, funciones, que muchas veces, van y vienen sin tener esa raíz cristiana. La vocación se dirige a lo profundo de cada uno para hacernos plenamente felices al servicio del mundo. En esta oración, cabe especialmente orar por vocaciones a la Compañía. Esa plegaria es la que nos puede sostener y podrá llevar adelante el Cuerpo que formamos. Os invito que involucréis a los equipos y comunidades en las que estáis en esta oración, bien usando el material que mensualmente recibís en vuestro correo electrónico, bien pidiendo materiales específicos al Animador Vocacional de vuestra Plataforma.
Lo segundo es incluirlo en nuestra misión personal estableciendo una mayor sensibilidad para animar esa búsqueda humana y cristiana de la vocación. Si no trabajamos en este aspecto desde universidades, escuelas, parroquias, templos, centros sociales, casas de ejercicios,... no se ampliará la posibilidad de respuesta, desde vocaciones laicales a vocaciones jesuitas.
Lo tercero es que podría hacerse mucho más. Desde el área de la promoción vocacional, se necesitan nuevas ideas e iniciativas para alcanzar a más personas, y como Provincia debemos facilitar un desarrollo de la estructura de la Promoción Vocacional, para que sea realmente un eje vertebrador de nuestra misión. Por ello, Enric Puiggròs SJ se ofrece a recibir esas sugerencias que nos ayuden a pensar mejor el camino de la difusión de nuestra vocación, tan querida por todos. A esto estamos invitados todos, jesuitas y colaboradores, para favorecer la respuesta a Dios y, especialmente, la respuesta en la vida consagrada de la Compañía.
Doy gracias a Dios por la consolación sentida en los votos de Loyola. Este movimiento interior es cuando “viene la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor” (Ej 316) y que, misteriosamente, da vida y sentido a la entrega que realizamos por el Reino allí donde nos movemos.
Antonio J. España, SJ