El elogio de lo pequeño
En el Evangelio, Jesús advierte que Dios llegará como ladrón en la noche (Mt 24,43), resaltando lo sorpresivo del advenimiento de Dios. Por eso conviene velar (Mt 25,13) porque no sabemos el día ni la hora. En nuestro mundo acelerado, la invitación de Dios es a crecer en la capacidad de pausar nuestra vida, para que ésta se pueda posar (dejar poso).
La mirada de Dios es una mirada en grande, una mirada llena de posibilidades y oportunidades. Pero es a la vez una mirada que atiende primordialmente a los detalles: Dios, para nacer, mira preferentemente los rincones del mundo; Dios transforma aquellas situaciones de dolor y rechazo en posibilidad de reconciliación y en ocasión para un nuevo nacimiento.
Dejarnos empapar por este Dios que nos invita a ver la inmensidad de lo pequeño, la belleza de lo discreto, es una manera de superar la tentación de gestos grandilocuentes que persiguen la dictadura de una sociedad demasiado anclada en lo comunicativo. El rostro del Niño es la Presencia palpable del rastro de Dios. ¡Feliz Navidad!
Enric Puiggròs, SJ