Publicado: Martes, 18 Noviembre 2025

Subirse a la atalaya

 Este último mes hemos vivido en clave de Compañía de Jesús dos bonitas experiencias que nos permiten vivir la dimensión de los jesuitas como cuerpo universal. La primera ha sido el tercer encuentro de Superiores Mayores (celebrado en Roma del 17 al 26 de octubre). Y la segunda experiencia ha sido la visita del Padre General a Valencia, Gandía y Alicante hace diez días. 

Percibir que personas con un sustrato cultural tan distinto (Kenya, Corea, EEUU, España, Croacia, India…) pueden sentir una unión sustancial tan fuerte es algo que es muy valioso. Y es lo que nos permite entender que es posible construir una ciudadanía global que parta del respeto a las diferencias como un camino que nos conecta con lo nuclear del Evangelio. Esto lo experimentaron los primeros jesuitas, ya en el lejano siglo XVI. Se hicieron conscientes de venir de lugares muy distintos (algunos de ellos enfrentados militarmente). Pero esta diferencia no menoscababa la vivencia posible de una comunión auténtica.

El Padre General invitaba a cada Superior Mayor presente en la reunión a mirar más allá de las fronteras de la propia Provincia, para sintonizarnos con los retos y problemáticas a responder como cuerpo universal. Por eso es importante subirse a la atalaya: para percibir que somos unidades solitarias que dan respuesta individual a los problemas y retos.

Otra manera de subirse a la atalaya es que alguien visite tu casa: la reciente visita del Padre General a Loiolaetxea (San Sebastián), Valencia, Gandía y Alicante es una bendición, porque es bonito que alguien visite tu casa. Pero también es consolador para el Gobierno general de la Compañía sentirse reconocido en la manera concreta como la misión aterriza en los lugares concretos. La Compañía de Jesús está formada por todas las presencias distintas que la conforman. Además de dejar atrás problemas del día a día, nos ayuda a tomar perspectiva y recordarnos que estamos dentro de algo mucho más grande que nosotros. Y esto es muy sano y consolador.

P. Enric Puiggròs SJ

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