Publicado: Miércoles, 22 Julio 2015

Testimonios de Verano I

Iniciamos en esta sección una serie de testimonios de jóvenes que han realizado diferentes experiencias este verano de la mano de jesuitas y de obras sj: caminos de Santiago, camino Ignaciano, voluntariados en España, voluntariados internacionales...

La magia de Nazaret:

El tema empezó en un tren... 24 chavales recién salidos de sus coles, camino de vivir dos semanas de servicio en; Cottolengo, San Rafael, Residencia de Ancianos, casa de Veritas y la Colonia de verano de Nazaret. La mayoría de voluntarios son de Jesuitas, pero también hay  5 Carmelitas y una de Salesianos. Era la primera vez que abríamos la experiencia a otros coles. Bueno en realidad ellas vinieron a nosotros y no pudimos decir que no. Nos la jugamos. Y resultó ser una gran apuesta. Como coordinador de la experiencia he sido testigo privilegiado del paso de Dios por sus vidas, de cómo la providencia nos ha salido al paso en las dinámicas y actividades de la tarde y en los voluntariados de las mañanas. La providencia… ¡esa palabra tan repetida en el Cottolengo! y ¡tan difícil de entender si no se vive primero! Estos días los jóvenes han tenido ocasión de acercarse al misterio del Dios que camina con nosotros. En la paciencia de la comunidad educativa de Nazaret a la que le hemos invadido el colegio mientras estaban inmersos en el cierre de curso y las programaciones, en la atención que los auxiliares de los distintos centros a los que acudíamos de voluntariado han puesto en nosotros/as, en el hecho de que nunca faltase nada de nada en el Cottolengo... y en un encuentro casual con un miembro de la Junta de Antiguos Alumnos que dio pie a compartir la Eucaristía de envío y a que nos invitaron a pizzas en la última cena.

 Hemos hecho camino, hemos tratado de ejercitarnos en buscar al Dios de la Vida en el día a día, de dejarnos sorprender, de practicar el arte de confiar... y las personitas han hecho proceso. De recientes alumnos a profesores-educadores, a nietos de verano, a cuidadores y acompañantes... Falta reposar Nazaret, dejar que la perspectiva nos ayude a todos a caer en la cuenta de lo vivido y que se haga realidad el deseo de Miguel Ángel Segura, director del colegio de Nazaret “Ojalá que Nazaret cambié algo en vuestras vidas”.

                                                                                                                      José María Segura SJ

 El cambio ha empezado. En varios testimonios, ellos mismos nos lo cuentan a su manera. 

El inicio de algo muy grande  (visión general)

Cuando me dijeron de venir a la experiencia Nazaret estaba muy asustada, quería o necesitaba a alguien conocido. Se termina ya la estancia y resulta que en dos semanas en Nazaret nos hemos hecho tan amigos que podríamos hablar de ser “familia”. Llegamos a esta experiencia después un año duro académicamente, 2º bachiller ha sido un año vacío y a la vez lleno. Lleno en el sentido de exámenes, agobios, nervios, lloros, pero al mismo tiempo vacío; me he sentido vacía en el interior, no me he parado a reflexionar y por ello Nazaret me ha llenado tanto. Durante estos 15 días he ido rellenando estos huecos vacíos que se habían formado durante el curso.

Nazaret me ha cambiado en muchos sentidos. Tanto las experiencias por las mañanas; como las dinámicas por las tardes.

Cuidar, escuchar, atender, apoyar son algunas de las cosas realizadas con ancianos, niños, mujeres del Cottolengo, chicos de la casa Véritas, de San Rafael y adolescentes, que han tenido hijos muy temprano.

Los días en Nazaret han pasado demasiado rápido, ya desde el punto de la mañana nos reunimos para leer un fragmento de la biblia, cantamos y rezamos unidos de las manos, estamos todos un poco zombis, sin embargo, ya desde ese momento me siento feliz y unida. La mañana se pasa volando en los diferentes voluntariados. Como todo hay días más duros que otros, unos más fáciles o que no se complican tanto, sin embargo, he aprendido que en Nazaret, bajar la cabeza no es una opción.

Cada tarde, los acompañantes preparan dinámicas diferentes que todas y cada una de ellas han movido y rellenado huecos de mi interior.

Desde el primer día empecé emocionada, sabía que Nazaret iba a ser una experiencia diferente.

Con música de fondo teníamos que plasmar lo que llevábamos en nuestra mochila arrastrando de todo el año.

Tras cada dinámica algo que también me ha ayudado mucho. El tiempo de reflexión personal y el rato de compartir en los diferentes grupos que han sido formados con cada una de las experiencias. Nos hemos abierto, nos hemos escuchado y sentido arropados. Nos hemos partido de la risa y también henos llorado todos juntos; siempre bajo el “secreto de grupo”. Al principio he de reconocer que me costaba abrirme pero he ido experimentando que me hacía sentir tan llena cuando lo hacía que poco a poco me he ido dejando “saborear”.

Dinámicas hemos tenido para todos los gustos. Un día fuimos guías o guiados con los ojos tapados para superar una serie de obstáculo, fue una forma divertida de hacer de “bastones” unos de otros y darnos cuenta del apoyo mutuo.

Arantxa Yagüe, educadora social de Nazaret también dejó huella en nosotros tras una charla sobre como situarnos ante las personas que acompañamos en los voluntariados ¡ojalá la hubiese grabado! Esa tarde dejamos nuestra huella de pie en un papel y reflexionamos sobre ella y como era la huella que queremos dejar en el mundo.

Tantos días fuera de casa, con la distancia, nos invitaron a reflexionar sobre la familia, y a escribirles después una carta. ¡Hasta hubo una carta al cielo! Y reflexiones profundas, y vida compartida y algunos lloros...

Una tarde la dedicamos a dar gracias, por cosas que Dios nos regala gratis, Y nos lanzamos a hacer lo mismo y a repartir abrazos por la ciudad.. Hacía tiempo que no me sentía tan especial, feliz y agradecida. Son tantas la emociones que se pueden acumular en una tarde por Alicante con un cartel donde en grandes letras ponía: ABRAZOS GRATIS y es que el cariño y el amor es muy importante para TODOS. 

Y de amor fue la dinámica siguiente, amores de barra, amores light... pero aparte nos  sirvió para descubrir los distintos tipos de amor que existen. Y como nos situamos nosotros en nuestras relaciones con los demás y a preguntarnos como queremos amar...

Nazaret ya estaba dejando huella en mí y todos los demás también. Siempre por las noches en el último círculo de oración nos acordábamos de las personas de los voluntariados y de las personas que se habían quedado en Zaragoza.

Ya se acerca el final y no me quiero ir, quiero que esto dure siempre, me está ayudando tanto que no quiero que se pase sin más, quiero que como en la charla que nos dio Kike Romá sea capaz de preguntarme cómo voy a poner en juego mis dones para cambiar la realidad sufriente que me rodea, no unos días sino cada día, siempre.

Quiero que me sirva para toda la vida porque he aprendido a ver las cosas de otra manera.

Quiero dejar huella, servir de bastón y a la vez apoyarme en ellos, cuando no sepa el porqué del sufrimiento, pedir fe para afrontarlo y fuerza para combatirlo, ternura para repartir abrazos, amor... y sobre todo no ser indiferente para nadie, quiero actuar a mi escala pero nunca girar la cabeza.

El broche final de Nazaret fue un Camino de Emaús, en el que descubrí que es que nunca es tarde para profundizar en alguien y eso lo descubrimos en la dinámica del camino de Emaús.

Esto ha sido el inicio, un gran inicio, de algo muy grande.

                                                                                                                      Natalia Martín Iranzo

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