
Revista Manresa: La experiencia espiritual a través del arte y la cultura
La experiencia espiritual se manifiesta en diversidad de lenguajes, de modos y de maneras. Toda actividad humana, siempre que nos abra y nos coloque ante la Transcendencia, puede llevar consigo una experiencia de Dios, una experiencia espiritual profunda y radical. La cultura, en su rica y plural manifestación es un lugar habitual, permanente donde se puede hacer presente la realidad divina, tan sólo basta con posicionarnos ante ella como creyentes en constante actitud de discernimiento, capaces de descubrir un camino y modo de expresar a Dios y su huella concreta en la realidad.
La espiritualidad ignaciana, ya desde sus orígenes, no ha sido ajena a esta pluralidad, riqueza de lenguajes de la experiencia espiritual. Con frecuencia fueron utilizados para fines catequéticos y evangelizadores, al mismo tiempo que contribuyeron a su desarrollo y arraigo en latitudes y
realidades diferentes de aquellas donde dichas expresiones culturales habían nacido. Desde los inicios de la Compañía de Jesús, ésta comprendió, que el arte y la cultura eran maneras excelentes para hablar de Dios, formar a la juventud y mantener la fe del pueblo de Dios ante los diversos retos que una realidad cambiante y disgregadora que constantemente amenazaba y ponía en cuestión. El teatro, la música, la pintura, el arte, en general, se convirtieron en medios para transmitir, compartir y consolidar la fe cristiana.
Este encuentro y diálogo y entre la fe, la experiencia espiritual y la cultura, en su variedad de expresiones fue algo fecundo para ambas partes. Los jesuitas, agudizando su didáctica y pedagogía, encontraron novedosos modos de recordar y de ahondar en la presencia de Dios en la realidad mundana. Y el teatro, la pintura, la música, el canto llegaron a concreciones dignas, correctas y en algunos casos sublimes.
Este nuevo número de la revista Manresa (nº 365. Oct-dic. 2020) pretende ser una reflexión en torno a los diferentes lenguajes en los que se expresa y manifiesta la experiencia de Dios en clave ignaciana. Lenguajes, modos y maneras que necesariamente tienen que ver con las realidades culturales y artísticas.
Los dos primeros trabajos podríamos considerarlas reflexiones marco que servirán de referentes para las reflexiones posteriores, ya más concretas y particulares en torno al canto, la poesía, el humor, el teatro y el cine.
El primer artículo es de Dani Cuesta SJ, graduado en historia del arte y humanidades y estudiante de teología, que desarrolla la relación compleja y dinámica que hay entre el arte y la experiencia espiritual en la actualidad, al mismo tiempo que la vincula estrechamente a la fecundidad de la que indudablemente gozó en tiempos pretéritos. El segundo artículo es una larga y honda reflexión del profesor Bert Daelemans, jesuita, arquitecto y teólogo,
ofreciéndonos tres claves ignacianas para orar con el arte. Cristóbal Fones, jesuita chileno y cantautor, nos introduce en la dimensión espiritual que tiene el canto, muy revalorizado en la actualidad como lenguaje religioso.
José María Fernández-Martos SJ, con su habitual soltura y calidez, reflexiona sobre el humor y la poesía como lenguaje del Espíritu. Álvaro Lobo SJ desde su experiencia de director y actor de una compañía teatral juvenil, fundamenta y consolida el prolífico empleo que los jesuitas hicieron del teatro como instrumento y medio en la transmisión y comunicación de la fe.
Finalmente, el que fue durante muchos años director y redactor de la recordada revista Reseña, Ángel Pérez Gómez SJ escribe sobre los jesuitas y el cine, poniendo de relieve una relación no del todo pacífica, pero siempre interesante.
Una presentación especial merece, en este número, nuestra habitual sección de “Semblanzas”. En esta ocasión el P. Elías Royón SJ hace una semblanza del P. Peter Hans Kolvenbach, que fue durante veinticinco años Superior General de la Compañía de Jesús, como infatigable renovador y dinamizador de la espiritualidad ignaciana. Un honesto y sencillo homenaje a quien no sólo habló de espiritualidad ignaciana, sino que la vivió hasta el final de su vida.
Completan el número las secciones “Ayudas para dar Ejercicios”, donde Luis Mª. García Domínguez SJ y Carlos Marcet SJ escriben sobre el acompañamiento de la afección desordenada y el segundo punto de la Contemplación para alcanzar amor, respectivamente; y las habituales páginas dedicadas a la recensión de libros que tienen que ver con la orientación de la revista Manresa.
Quizá para algunos nos encontremos ante un número “diferente” de nuestra revista, pero a buen seguro que abrirá nuevos espacios para pensar y trabajar la necesaria comunicación entre la experiencia de Dios desde la espiritualidad ignaciana y los diversos lenguajes de la cultura, el arte o la música.
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