
Ciencia y fe cristiana en la historia. Agustín Udías Vallina, SJ (Sal Terrae)
La relación entre la fe cristiana y las ciencias de la naturaleza tiene una larga historia y existe una íntima relación entre ellas. Ya desde los primeros siglos del cristianismo, se dieron los primeros contactos entre la fe cristiana y la filosofía y la ciencia griegas, extendidas por todo el ámbito del Imperio romano. En la Edad Media, se trata de llevar a cabo una síntesis entre la ciencia entonces conocida y la teología cristiana. Con el comienzo de la ciencia moderna se da una nueva situación en el que desempeñan un papel importante los autores de la Iglesia anglicana con el desarrollo de la teología natural, que ve en el mundo conocido a través de la nueva ciencia un camino hacia el conocimiento de Dios.
Es precisamente en el contexto del Occidente cristiano que nace la ciencia moderna. Sin embargo, en esta época se da el caso de la condena de Galileo que marca un aspecto negativo en la relación con la Iglesia católica. En la época de la Ilustración algunos autores empiezan a proponer un alejamiento entre fe cristiana y ciencia y comienzan a producirse los primeros conflictos. El desarrollo de la geología y más tarde la aceptación de la teoría de la evolución de Darwin plantean un problema con los relatos del Génesis y su interpretación literal. En ambos casos se trataba de un cambio en la imagen cosmológica espacial y temporal que ofrecía la ciencia y a la que tenía que adaptarse la teología cristiana.
Desde mediados del siglo XIX, se ha planteado, ya de una manera explícita y discutida, el problema de la incompatibilidad misma entre ciencia y fe cristiana, que sigue repitiéndose sin fundamento en algunos ambientes. En su contra encontramos numerosos testimonios de científicos modernos que expresan su fe cristiana y que encuentran en el estudio mismo científico del mundo la presencia de Dios creador.