Semblanza del P. Manuel Briones Saenz de Tejada SJ

El P. Manuel Briones, cariñosa y familiarmente conocido con el nombre de “Memel”, fue educado en el seno de una familia numerosa de profundas convicciones religiosas. Ingresa en la Compañía de Jesús cumplidos 23 años, en el noviciado de Loyola, habiendo cursado con anterioridad los estudios de Ayudante de Montes, que posteriormente deseaba ampliar preparándose para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Montes, siguiendo los pasos de su padre. Cambia el rumbo de su vida por la llamada del Señor que le invita a dejar todo y seguirle en la radicalidad con que se invita al que quiere entrar en la Compañía, conforme el número [101] de las Constituciones, tal y como el mismo Memel lo recoge un uno de sus escritos.

A lo largo de su vida de jesuita, formación por un período de 16 años, vida apostólica en distintas obras de Valladolid en distintos oficios durante 27 años, destino a la Provincia de Uruguay, cumplidos 66 años, por un período de 12 años, y vuelta de nuevo a España, en Murcia y finalmente en Villagarcía de Campos, el P. Manuel Briones nos ha llamado la atención y nos ha impactado su serena sencillez y humanidad. Sencillo sacerdote, sencillo educador de jóvenes, sencillo acompañante y consejero, sencillo confesor. 

Su vida se caracterizó por un amor profundo a Jesucristo, a la Virgen María y a la Compañía. En la carta que dirige a su hermana Carmen (religiosa carmelita de clausura, que no pudo asistir a su ordenación) fechada en Oña el 17 de octubre de 1963, cuenta la experiencia de su ordenación sacerdotal, con todo tipo de detalles. Refleja sus sentimientos y vivencias, sin olvidar a nadie, teniendo a todos y cada uno presentes. Ninguna persona le era ajena como lo muestran sus reacciones. En dicha carta expresa el sentido profundo de su vocación de ser “Alter Christus” y me recuerda la experiencia de San Ignacio cuando se preparó para celebrar su primera misa. En varios momentos de la extensa carta (14 cuartillas por las dos caras) narra las lágrimas de agradecimiento que brotaron de su corazón, primero a Dios Padre, a Jesucristo y a María, y también cuando abraza a su madre –artífice de su vocación- y hermanos. Cuenta a su hermana como fueron unos días inolvidables de recuerdos y vivencias familiares en Madrid y, sobre todo, en su pueblo Torrecilla en Cameros (Rioja), en su reencuentro con familiares y vecinos.

Experimentó lo que supone sentirse querido y elegido por Jesús para acompañarle en pobreza y disponibilidad. ¡Cómo le marcó la ordenación sacerdotal! El Amor profundo a Jesús, al sacramento de la eucaristía y al sacramento del perdón le llevaron a realizar muchas horas de confesionario en nuestras iglesias, a atender a religiosas y colegios y a acudir allí donde se solicitaba su consejo y acompañamiento.

Memel, el hombre de “lengua de trapo”, como el mismo se definía, acusaba su disfemia cuando se ponía nervioso, pero nunca le impidió llevar a cabo su labor apostólica. Vivió en permanente “servicio”. Su atención y cercanía a todos, sin excepción, (niños, jóvenes, religiosas, matrimonios, ancianos) le hacía feliz. Siempre que se le pedía algo estaba disponible. Su humano corazón latía con el palpitar de los demás, gozaba y sufría con los logros y fracasos de los demás.

En los años que compartí comunidad y trabajo con Briones no recuerdo ninguna queja, desánimo o lamento por excesivo trabajo, por llamadas a destiempo, ni negación de ayuda a quien se la pedía.

Todo lo manifestado hasta el momento, lo abala la cantidad de testimonios de personas que le escribían agradeciéndole lo que había hecho por ellas, jóvenes a los que ayudó en sus estudios, en sus problemas personales; religiosas a las que dirigía espiritualmente; matrimonios que había casado y seguía en contacto con ellos en los momentos importantes de la su vida familiar, contándole los éxitos de los hijo y sus problemas, compartiendo cumpleaños, navidades, bodas de plata…..; grupos parroquiales, tanto de Pilarica de Valladolid como de las distintas parroquias que atendió en Uruguay.

Su destino a Villagarcía, después de haberse gastado y entregado a los demás, fue un merecido descanso, aunque seguía confesando y ayudando en la portería de la casa. La enfermedad mermó sus fuerzas y la aparición del dolor hicieron que Manuel Briones se encerrase en sí mismo y no exteriorizase su sufrimiento.

Demos gracias a Dios por lo que el P. Manuel Briones ha significado para muchos de nosotros, todos los que hemos compartido el mismo camino con él porque ha sido un regalo de Dios, una imagen del Dios que actúa en silencio.

Gracias, ¡Memel, por tu sencillez, cercanía y humanidad! ¡Gracias, porque nos has mostrado que el Reino de los Cielos es de los sencillos de corazón, de los que se hacen como niños! ¡Gracias porque sabemos que estás en el regazo del Padre intercediendo por nosotros!

 

Salvador Galán Herráez sj
Villagarcía de Campos, 21 de junio de 2018

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