Semblanza del H. Ramón López Guirao SJ

La vida jesuítica del H. Ramón tuvo dos grandes etapas: la primera, más de treinta años, de enfermero en diversas comunidades de la antigua provincia de Aragón. Varios jesuitas murieron en sus brazos. Ahí aprendió el dolor, la muerte y la ternura. En sus últimos días de vida, ya en la enfermería, las auxiliares de casa estaban admiradas de su paciencia y sonrisa, a pesar de la gravedad. Solo quería que se cumpliera la voluntad de Dios en él.

La segunda etapa, casi veinte años, la pasó en las Escuelas Profesionales de S. José en Valencia. En ellas desempeñó varios servicios: catequista de primera comunión, profesor de religión de primaria, ayudante en el comedor a los niños más pequeños, sacristán de la comunidad y de la capilla de los alumnos. Esta última tarea, la de sacristán en la capilla del colegio, era su principal ocupación y de la que más disfrutaba.

Cada día, a las ocho de la mañana, comenzaba su trabajo. Abría la puerta, de para en par, encendía las luces, recolocaba las sillas, preparaba el altar para la primera eucaristía y, luego, ya todo en orden y preparado, se apostaba en la puerta de la capilla, hiciera frío o calor, para recibir a alumnos y padres, que antes de entrar en la zona escolar les gustaba pasar a rezar un poquito, darle un beso al crucifijo o a la Virgen de las Escuelas. Ramón, estaba allí, recibiendo a todos, hablando a todos, y a fuerza de verlos terminaba por conocer a muchos.

Ramón era muy alegre, simpático, cariñoso, hablador. Sabía tener una palabra en cada circunstancia. Se interesaba por los enfermos, por los deportes, por las notas… y además era generoso, daba a los niños estampas, chucherías, cruces y rosarios que él mismo hacía y que los niños apreciaban muchísimo. Enseñaba a los niños a rezar, a dar un beso al crucifijo, a la Virgen…y esto día a día durante casi veinte años. No extraña, pues, que Ramón, fuera conocido y querido por los alumnos y sus familias.

El mes de mayo era un tiempo de mucho trabajo, y mucha alegría también, para Ramón, pues atendía las primeras comuniones. Cada año comulgan unos cien niños, que se reparten en unos doce turnos. Ramón tenía que preparar todo: manteles, formas, flores, asientos… y durante la eucaristía él se colocaba muy cerca del altar para ayudar al celebrante, y también a los niños, en los imprevistos que pudieran darse. Al terminar cada primera comunión regalaba siempre una flor a cada una de las madres catequistas que habían ayudado a mantener el orden y silencio en la celebración.

Ramón, pues, en las Escuelas, era una figura de referencia, conocido y querido, por eso en su funeral, que se celebró en la capilla que él cuidó con celo durante tantos años, el lleno fue total, como en las grandes ocasiones: todas las sillas ocupadas y muchas personas de pie por los pasillos, el coro, las escaleras… Profesores y familias enteras, los padres con sus hijos pequeños y mayores. Y mucha pena y mucho cariño por Ramón.

Cuando terminó el funeral, un niño de segundo de la ESO, que durante años había ayudado a Ramón cada día a abrir la capilla y prepararla, se acercó a un jesuita, con sus padres y hermano, y le entregó un velón rojo y una carta, y le dijo muy triste: esto es para Ramón. La carta decía así:

Querido H. Ramón: soy Sergi o como me llamas (hombretón) te echamos de menos, sobre todo Lucía, Olivia , Karina, Ahinoa, Álvaro y yo. Ramón, gracias por animarnos cada mañana, gracias por hacernos reír, gracias por ayudarnos, gracias por todo Ramón. Desde aquí abajo te mando un beso, sé que estás en el cielo porque te lo mereces, y gracias por estar ahí siempre. Ahora no paro de pensar en la frase: nunca valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Gracias Ramón.

Sin duda esa carta expresaba lo que muchos alumnos y familias sentían en aquel momento de despedida. Cuando, después de la eucaristía de despedida, el coche fúnebre enfilaba la puerta de salida con los restos mortales de Ramón, un aplauso, espontáneo y cariñoso de todos los presentes, le agradecía su empeño por en todo amar y servir.

Ramón, gracias por tu trabajo y por querer tanto a los niños. Reza por todos.

Ángel López sj

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