Semblanza del P. Jaime Vallejo Zaldo

En los últimos tiempos sucedía con cierta frecuencia. Jaime Vallejo perdía el control de su voz. Unos días antes de su muerte, durante el funeral de nuestro compañero Ángel Rojas que había convivido con él en la enfermería de Salamanca, y cuando las palabras del padre rector recordaban desde el presbiterio que el difunto había entrado ya en la gloria, irrumpió su voz desde el coro con palabras estentóreas que nos lanzaban un “y yo también”, premonitorio. Palabras dichas con fuerza, enérgicas, en cierto modo desacompasadas. Palabras de tono inconfundible, que eran un retrato de su autor.

En la carta que le dirigió hace nueve años su Provincial con ocasión de sus cincuenta años de sacerdocio, se subrayan tres rasgos significativos que lo caracterizaban: generosidad, disponibilidad y energía. Y en realidad su servicio, tras la formación, en los colegios de Villafranca, de Badajoz y en las escuelas de Aranjuez, siempre a cargo de los pequeños, como había hecho unos cuantos años antes en el Colegio de Areneros de Madrid y en las escuelas profesionales de Alcalá de Henares durante su magisterio, fue un volcán de generosidad y de energía. De impetuosa energía.

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