
Semblanza del P. Andrés Díaz de Rábago
“De mi quinta, nacidos en 1917, sólo quedaba Mandela”. Ahora solo quedo yo, me decía en el Hall del Tian Center, el “Maldonado” de Taiwán, el padre Andrés Rábago hace unos años… Un hombre extraordinario donde los hubiera.
Con casi 100 años cuando lo conocí era todo un monumento andante:
había sufrido la expulsión de los jesuitas de España, teniendo que trasladarse a Portugal para seguir con sus estudios. Después, le tocó la guerra y fue requeté. En Guadarrama presenció la muerte de un compañero, un casero navarro que apenas hablaba castellano y a quien mató una bala perdida. “Me han muerto” le dijo instantes antes de morir en sus brazos. 80 años después todavía se emocionaba recordando aquella anécdota. Entró a la Compañía con 23, en Salamanca, era de los mayores decía... Entró junto a su otro gran amigo Pepe Calle, siendo ya médico. Pocos años después haría dentro de la Compañía su primer doctorado, en medicina en la Universidad de Madrid en 1947. De allí lo destinaron a estudiar Teología a la misión de China, en la Facultad San Roberto Bellarmino de Shanghái, en riguroso latín. En 1952 fue ordenado sacerdote por el obispo Mons. Ignatius Kung Pin-Mei. Tuvo que salir de las dos principales ciudades de China, Pekín y Shanghái por la entrada de las tropas comunistas. En 1952, cuando estas entran en Shanghái, dejará su amada China continental por el resto de su vida.