Semblanza del P. Víctor Codina Mir

“Apártate de mí que soy un pecador. No tengas miedo, desde ahora serás pescador de hombres… Lo dejaron todo y le siguieron”. Hace unos años, la Compañía de Jesús se definió así: “Ser jesuita hoy significa reconocer que soy pecador y que con todo estoy llamado a ser compañero de Jesús”. Hace 75 años Víctor sintió la llamada de Jesús a vivir en esta Compañía que, a pesar de sus pecados, se siente Compañía de Jesús. Jesús le sedujo y sin mirar otras posibilidades, que le ofrecía la vida, se fue detrás de Jesús para ser “pescador de hombres”. Desde entonces, Jesús fue el corazón de su vida y el que impulsó su misión entre nosotros y lejos de nosotros en Bolivia y por toda América Latina.

Efectivamente, sobre el fundamento de una vida cristiana asimilada en la familia, Víctor, en el Noviciado se inició más a fondo en el conocimiento, amor y seguimiento de Cristo, de Cristo pobre y humilde. Los que entramos en el Noviciado, cuando Víctor lo acababa, vimos la veneración que se le tenía, su aureola. Era tal su significación de novicio bueno y ejemplar, que el Maestro de Novicios le nombró dos veces distributario, una especie de Delegado de curso. Y toda la vida de Víctor ha sido vivir y dar a conocer a Cristo, camino, verdad y vida. Y, cuando se editó el imponente Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, se encargó a Víctor el artículo sobre Jesús. Las últimas palabras escritas en uno de sus últimos libros son estas: “El cielo es el encuentro con Jesús, nuestro cielo es Jesús. Pero este encuentro comienza ya, aquí y ahora. El cielo comienza aquí”. Pocos días antes de su muerte en una reunión de la comunidad en que se compartía cómo vivía cada uno la última etapa de la vida, Víctor dijo sencillamente que la vivía en la amistad de Jesús. Podríamos decir que ya vivió en la tierra lo que se disfruta en el cielo.

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