Semblanza del P. José Luis Ullán Martín

Esto me lo contó él mismo.
–A los tres años de mi ordenación, me tocó cumplir el servicio militar. Me presenté en el cuartel a la hora señalada. Junto a la puerta se fueron acumulando hasta un centenar de reclutas. Entré con ellos y nos metieron en una especie de garaje. Un sargento gritó:
–¡Desnudarse!
Nos miramos unos a otros; nadie se movía…
–¡Que se quiten la ropa! ¡Toda!
Lo hicieron, menos yo. El sargento vino corriendo hacia mí,
–¡Tú, viejales!
–Es que yo soy el capellán.
–Da lo mismo. ¡Ropa fuera!
Al oír que yo era el capellán, giraron hacia mí todas las cabezas. Luego el teniente se excusó conmigo y reprendió al sargento intentando disimular la risa.

Me lo contaba en el marco de un alegato suyo sobre la naturalidad.
Concluyó:
–¡Y no pasa nada!
No pasa nada era la frase final de la cuenta que daba de sus dolores, que fueron muchos y largos. La marca de casi toda su vida.

Desde el principio mostró un talante pastoral y piadoso, que se desarrolló en sus destinos y ministerios: Espiritual y profesor de religión en colegios (Oviedo, 1975-1982), Prefecto de Iglesia (Santander 1992-1996) y Burgos (1996-1998), Vicario parroquial y luego párroco en El Milagro de San José (1985-1991). En Burgos se inicia su larga aventura de promotor del Apostolado de la Oración y de la Devoción al Corazón de Jesús. Cargo que dejó unos meses antes de su muerte, porque, como escribió a los corresponsales de su boletín, no podía más, por su enfermedad.

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